Una tormenta perfecta formada por los intereses particulares de las multinacionales, las decisiones políticas del Gobierno de España, el veto de la Unión Europa a las ayudas generalizadas y la volatilidad de los mercados mundiales ha acabado, de nuevo, perjudicando directamente al común de los consumidores.
Tras la eliminación, desde el pasado 1 de enero, de la bonificación directa de 20 céntimos por litro en los precios de las gasolinas, estos no han dejado de subir y subir. De hecho, hoy mismo hemos alcanzado el punto de no retorno. Ahora las gasolinas ya cuestan lo mismo que cuando estaban subvencionadas. Hemos perdido el margen positivo. Adiós, pues, al ligero alivio que nos proporcionaron los ya lejanos 20 céntimos por litro.
Un nuevo escenario que, según marcan las tendencias, irá empeorando progresivamente para el bolsillo de los ciudadanos.
Y es que, con los precios de ahora mismo, llenar un depósito de gasolina de 55 litros cuesta, otra vez, 90 euros. Y uno de gasóleo está ya en 93 euros.
El encarecimiento de los combustibles en origen no ha sido, sin embargo, tan elevado como el que están sufriendo los consumidores. De hecho, según los datos extraídos del Boletín Europeo del Petróleo, las grandes distribuidoras internacionales que operan en España están amortizando la diferencia de los 20 céntimos más rápido de lo que sería tendencia con el precio del barril de petróleo Brent.
Una situación que ha llevado, en paralelo, a una auténtica guerra comercial entre las gasolineras por conservar a sus clientes con descuentos paralelos a través de tarjetas de fidelización.
Con todo, la demanda del mercado está provocando que el consumo no se vea afectado hacia una contención del gasto por parte de los particulares.
