Los efectos económicos de la pandemia en primera instancia, así como las consecuencias derivadas de la invasión rusa en Ucrania, han empujado a la Administración a crear un laberinto de ayudas y subvenciones donde, en muchas ocasiones, no es fácil encontrar la salida.
Ayudas procedentes de Europa, del Gobierno central y de las instituciones tanto locales como autonómicas, donde el ritmo de solicitudes y adjudicaciones posteriores no ha alcanzado el objetivo en ninguno de los casos.
El desconocimiento, los múltiples requisitos y los trámites burocráticos, la gran mayoría de ellos ligados a la tecnología, obligaron hace poco más de un mes, por ejemplo, al ministro de Inclusión y Seguridad Social, José Luis Escrivá, a crear un autobús itinerante para explicar el proceso correcto para acceder al Ingreso Mínimo Vital.
Un alto porcentaje de las ayudas que queda desierto también en otras partidas como las destinadas al kit digital para autónomos y pequeñas empresas, así como los bonos eléctricos, para el alquiler o el fomento de la cultura entre la población más joven.
Una situación que se repite ahora en nuestra comunidad y ante la que algunas administraciones han tenido que ampliar plazos ante el impacto más bajo de lo esperado de unas medidas creadas para echar un capote a las familias más vulnerables en el contexto económico como el actual.