El 9 de octubre de 2018, la vida transcurría sin aspavientos y cómoda en el Llevant de Mallorca. La tarde decaía y prácticamente nadie en Sant Llorenç des Cardassar, Son Carrió, s’Illot, Artà e, incluso, Capdepera, Son Servera y Manacor atendió la alerta que desde la Agencia Estatal de Meteorología y desde Emergencias 112 de les Illes Balears se había activado: una fuerte tormenta se acercaba y pronosticaba lluvias de carácter tormentoso.
Sin embargo, alrededor de las 7 de la tarde todo cambió y llegó la pesadilla: Las nubes se rompieron y, por un cúmulo de coincidencias, la tormenta quedó anclada sobre Sant Llorenç. El agua caía y caía y los torrentes ya no podían evacuar los miles de metros cúbicos que en solamente unos minutos convirtieron la apacible tarde en una tragedia.
De hecho, según el informe de la Dirección General de Emergencias, durante la tarde del 9 de octubre el caudal del torrente pasó de 70 metros cúbicos por segundo hasta los 513 metros cúbicos por segundo en pocos minutos, alcanzando el agua acumulada en el torrente los 50 kilómetros por hora.
Una tormenta que provocó importantes daños materiales, carreteras cortadas, puentes y edificios dañados. Así como también se llevó por delante la vida de 13 personas, entre ellas, un menor de edad. Entre los fallecidos había vecinos de las localidades afectadas y también turistas extranjeros. De ellos, algunos fallecieron en sus casas, otros arrastrados por la riada. Cinco víctimas fueron halladas en la primera noche, sin embargo, la última de las víctimas, un menor de 5 años, fue localizado tras varios días de búsqueda, concretamente el 17 de octubre.
La movilización solidaria fue inmediata. Miles de mallorquines, armados solamente con palas y cubos, acudieron al Llevant para ayudar a retirar las miles de toneladas de fango y escombros que había dejado, como herencia macabra, la torrentada.
Durante la jornada, se produjeron más de 300 rescates y se localizó a 74 personas desaparecidas, gracias a un amplio operativo de emergencia en el que participaron distintas instituciones. Guardia Civil, Policía Nacional, policías locales de todos los municipios mallorquines, agentes forestales, bomberos, Protección Civil, sanitarios, empresas privadas, asociaciones, instituciones y la ciudadanía como un solo cuerpo acudieron a intentar minimizar los enormes daños provocados. Un esfuerzo enorme, una entrega colectiva nunca vista antes en nuestra isla que ha quedado como único consuelo en el recuerdo de todos.
Unas inundaciones que han quedado en la memoria de todos los mallorquines, una tragedia difícil de olvidar y de la que este domingo se cumplen cuatro años.
Sin duda, el pasado viernes, la tragedia volvió a sobrevolar el Llevant de Mallorca, cuando las alarmas volvieron a sonar a las dos de la madrugada, sobresaltando a los vecinos de Sant Llorenç. Afortunadamente, fue una alarma preventiva, de alerta, de estar todos preparados por si las cosas se complicaban y evolucionaban a peor. Pero no fue así. Esta vez sí la suerte estuvo del lado de los ciudadanos de Sant Llorenç y a las 3 de la madrugada se desactivaron las sirenas. Entonces, aún con el alma en vilo, los que pudieron volvieron a descansar hasta que sonó otra alarma. Esta vez más pacífica. La de los despertadores para reemprender la vida normal.