La nota oficial del Instituto Nacional de Estadística, que depende directamente del Gobierno de Pedro Sánchez, señalaba este martes que los precios habían moderado su subida durante el mes de agosto.
Un párrafo después, concretaba: los precios están ahora un 10’4 por ciento más altos que en la misma fecha del año pasado y añadía que, sin embargo, estaban más bajos que en julio, cuando el IPC había llegado al 10’8 por ciento.
Este galimatías de cifras y adverbios de cantidad, sin embargo, reconoce que los precios de las cosas están ahora por las nubes, a unas alturas no alcanzadas en los últimos 38 años. Es decir: todo sigue estando carísimo… Más caro que nunca.
Al leer la letra pequeña del informe mensual del Instituto Nacional de Estadística te percatas de la realidad verdadera de la inflación. Y sí: prácticamente todo ha estado más caro en agosto que en julio, y más aún que hace un año. Los alimentos, la electricidad, los menús, los productos de limpieza, la ropa, los zapatos, los servicios médicos… por todo hemos pagado más en agosto que en julio.
Pero el IPC es una fórmula matemática y la bajada en unos pocos céntimos de las gasolinas y el gasóleo ha provocado que la cifra final de este mes, en lugar de ser aún más elevada, haya sido unas pocas décimas más baja.
Y este Índice de Precios al Consumo más bajo ha coincidido, paradójicamente, con la constatación de que este mismo mes de agosto hemos pagado todos los días la electricidad por encima de los 300 euros el Mega Vatio Hora. Una situación que no se había producido nunca antes en España.
El mes de agosto con la electricidad más cara desde que hay registros en España, las gasolinas rozando los 2 euros el litro y con un precio maquillado por los 20 céntimos del Gobierno, el gas disparado y frenado relativamente por las subvenciones europeas de la Excepción Ibérica, los sindicatos preparando movilizaciones reclamando subidas de salarios a los empresarios y el Gobierno de España estudiando subir el Salario Mínimo Interprofesional hasta los 1.100 euros al mes… nos vaticinan un otoño lleno de incertidumbres y complicaciones.
Mientras intentamos frenar los precios, la Unión Europea estudia intervenir políticamente en los costes de la energía y poner, si puede, remedio al descontrol económico provocado por la guerra desatada por Putin.
Entre una cosa y otra, las bombas siguen cayendo sobre Ucrania.