Al volver al trabajo después de las merecidas vacaciones, lo primero es preparase en cuerpo y mente para el retorno a las rutinas. Y mejor hacerlo unos días antes. Intentar activar los horarios de levantarse, comer e irse a dormir del período laboral en los últimos días de las vacaciones.
Después -y sí, debes intentarlo una vez más- no planifiques toda tu vida como si solo el trabajo fuera importante. Sin desmerecerlo, deja un espacio para el tiempo libre, la familia, la pareja, los hijos, la cultura, el ocio, el deporte y lo que más te guste.
Y en el poco tiempo libre que te va a quedar, haz cosas que te agraden y con las que te sientas mejor. No pierdas el tiempo aburriéndote tumbado en el sofá. Tu sabes mejor que nadie que es lo que te gusta, y eso debe ser prioritario.
Además, delega en otros todo lo posible. No quieras ser el centro del mundo ni tienes porque asumir todas las responsabilidades. Tanto en el trabajo como en la familia, cada uno debe hacer lo que le corresponde, aunque a veces sea difícil confiar en los otros.
Con todo ello, también debes olvidarte de solucionar todos los problemas en un solo día. Paso a paso, priorizando lo que es urgente y lo que es importante, al final llegará la solución para todo y tú estarás un poco menos estresado.
Y, sobre todo, planifica tus esfuerzos y, en los peores momentos, no te reconcentres en lo malo: recuerda algún momento feliz de estas vacaciones que ahora acaban y seguro que una sonrisa aparecerá en tu rostro.