Así, Leónidas es el futuro al que todos se quieren abrazar en la tercera planta del Sant Joan de Déu, reconoce su madre al señalar que "aquí todo el mundo está feliz con él. Incluso cuando salgo fuera y voy en el autobús la gente ne pregunta qué edad tiene el pequeño. La gente ha recibido a Leónidas con mucho amor".
Lejos de su Odessa natal, Natasha abandonó su país el pasado 9 de marzo, embarazada y en compañía de su otra hija adolescente, dejando atrás a su marido y sin poder acabar los últimos preparativos para la llegada de Leónidas. "Habíamos comprado el cochechito, la cuna... Una cuna que había decorado con mis propias manos. Había incluso cosido las mantitas y los cojines. Todo", apunta Natasha.
Un marido que sirve en la reserva del ejército de su país y que todavía no ha entrado en combate, pero que ahora ya dispone de un motivo más para sobrevivir a la invasión del ejército ruso. "Por supuesto que lo conoce. Hacemos dos o tres videollamadas al día. Estamos muy pendientes el uno del otro, escribiéndonos mensajes constantemente", señala la propia Perepelytsia.
Así, Natasha se aferra a la alegría que supone Leónidas para vencer al miedo y la preocupación, con la certeza de que su hijo ya ha superado la prueba más difícil. "Leónidas ya es todo un hombre tras haber pasado por una situación tan difícil y por haber nacido en un país tan lejano. No importa dónde crezca ni dónde siga viviendo. Es un hombre y es muy fuerte", asegura una orgullosa madre.
Once días le han bastado a Leónidas para devolver a Natasha el brillo de su mirada. La mirada de una madre que contempla orgullosa y con esperanza el futuro de su hijo y el de su propio país.
