Las imágenes de los folletos turísticos, lamentablemente, no reflejan toda la verdad de Mallorca. Miles de turistas que visitan cada año Formentor se detienen, antes de acceder al faro y a la playa, en el mirador des Colomer. Y cientos de ellos ascienden por la angosta carretera que conduce a la Atalaya de Albercutx, a 380 metros sobre el mar, un punto de excepcional belleza sobre la bahía de Pollença, la Serra de Tramuntana y todo el norte de Mallorca.
Sin embargo, al llegar a la cima, junto a la torre de defensa medieval, la imagen que ofrece la isla es absolutamente deprimente.
Las antiguas instalaciones militares, construidas durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial como punto de control ante posibles ataques, se encuentran semiderruidas, llenas de escombros, de suciedad, de deposiciones humanas, desmoronándose y plagadas de pintadas.
El paisaje que los turistas pueden contemplar cuando miran hacia el mar es de una belleza excepcional, pero al volverse sobre sí mismo tienen junto a ellos un auténtico vertedero de suciedad y con las pocas paredes que se mantienen en pie absolutamente pintarrajeadas de monigotes.
Millones de visitantes regresarán a sus países de origen llevándose en la retina la belleza de Mallorca, pero los miles que hayan visitado la Atalaya de Albercutx compartirán con sus amigos y vecinos que los mallorquines no son capaces de preservar sus mejores tesoros.
Los folletos y spots turísticos intentarán que los europeos sigan eligiendo Mallorca frente a otros destinos competidores, pero desastres como los de Albercutx rompen todas las expectativas.