Un servicio de 24 horas al día, los 365 días al año. Un esfuerzo descomunal llevado a cabo por el equipo de voluntarios de El Teléfono de la Esperanza. 40 personas formadas durante más de dos años en la escucha activa para tratar de convertirse en esa voz amiga que ofrece los recursos necesarios cuando todo parece derrumbarse alrededor.
A pesar de todo, Lino Salas, su portavoz, advierte de que "el Teléfono de la Esperanza no salva a nadie. El que llama tiene que descubrir que tiene recursos propios". Así, "nosotros derivamos a nuestros usuarios a la red sanitaria y hospitalaria que hay en Baleares. Si es cierto que en algunos casos, si es muy urgente, nuestro equipo de psicólogos y psiquiatras atienden a la persona en nuestras propias instalaciones", señala el propio Salas.
Descolgar y marcar el Teléfono de la Esperanza no es más que el segundo paso, que no siempre se da cuando uno acaba aceptando que tiene un problema. Un sentimiento de angustia que se ha agudizado en muchas personas durante la pandemia, tanto, que "hay personas que cuando nos llaman son incapaces de articular palabra", comenta el portavoz de la ONG.
Verbalizar el sufrimiento resulta esencial para poder estar en disposición de recibir una ayuda que, por desgracia, en ocasiones nunca llega a solicitarse. De este modo, Lino Salas es partidario de hablar, de normalizar una realidad como es la del suicidio: "Si ante el suicidio, optamos por esconder la noticia, no nos favorece a nadie. Hay que hablar y tratar de normalizar esta situación. Además, no hay que olvidar que cuando alguien se suicida, detrás hay una familia. Una familia que vive la vergüenza, el rechazo y la condena social. Algo con lo que tenemos que romper definitivamente".
36 años al otro lado del teléfono. Brindando una esperanza, tan real, como el sufrimiento que algunos son incapaces de soportar.