La jornada de hoy será la más cara de toda la historia de España por lo que al precio de la electricidad se refiere: 154,16 euros por megavatio hora (MWh), un coste 6,9% superior al registrado ayer domingo, que fue de 144,18 euros MWh.
Por franjas horarias, la energía más barata de este lunes 13 de septiembre la hemos pagado entre las 5 y las 6 de la madrugada. La más cara será la que consumamos entre las 8 y las 9 de la noche: ¡170 euros por megavatio/hora! Lo nunca visto.
En relación al mismo día del año pasado, los españoles estamos pagando ahora la luz cuatro veces más cara. De hecho, estos primeros días de septiembre hemos ido encadenando récord tras récord. Afrontamos los precios más caros nunca jamás pagados en España por la energía. ¿Por qué?
La electricidad en España proviene de diferentes fuentes: del viento, del sol, del agua de los embalses, de las centrales nucleares, del gas… Cada una de ellas tiene su precio de producción, siendo hoy en día la energía del gas la más cara de todas. Y ahí está la razón fundamental del encarecimiento de los precios que pagamos todos.
Así como las energías limpias tienen, además de sus costes propios de producción, un tratamiento fiscal especial para incentivar su consumo -establecido por normas de la Unión Europea que afectan a todos los países del club de Bruselas-, las que provienen del carbón, las nucleares y del gas pagan un plus fiscal por ser más contaminantes. El objetivo político es empujar a los países a abandonar estas energías ‘sucias’ para optar por las ‘limpias’ y limitar, con ello, la emisión de CO2 a la atmósfera y frenar el efecto invernadero y el calentamiento de la atmosfera.
Pero en España padecemos la falta de producción de energías limpias en un volumen suficiente como para cubrir el consumo global nacional. Especialmente cuando no sopla el viento, cuando las nubes cubren el sol o cuando el agua embalsada, por la sequía, debe ser reservada para el consumo humano o el regadío agrícola.
Y aquí es donde estamos ahora: España utiliza energía eléctrica mayoritariamente producida con gas para cubrir su consumo. Y el gas es caro por sus precios en origen en los países productores, que controlan el mercado en régimen de oligopolio.
Asimismo, las tasas e impuestos europeos destinados a hacer más económica la utilización de energías limpias -encareciendo paralelamente la electricidad producida con gas- nos complican la situación… que pagamos finalmente los ciudadanos.
A esta realidad objetiva (consumimos mayoritariamente gas para producir energía, el gas es caro en origen y en la Unión Europea lo encarecemos aún más con impuestos con el objetivo de incentivar las otras fuentes de energía), hay que añadir que en España el precio final del megavatio lo establece un sistema perverso: una subasta. Una subasta donde lo que de verdad prevalece es el interés de los participantes en obtener beneficios y dónde el Gobierno poco puede hacer para priorizar los intereses ciudadanos.
Estos participantes en la subasta diaria del precio eléctrico son, por un lado, las empresas productoras y, por otro, las distribuidoras. En medio, como mero espectador, el Gobierno. Se aplica a las peticiones de unos y a las propuestas de los otros un algoritmo matemático y en el punto medio se establece el precio que pagamos todos los demás españoles. Por ello se da el hecho real de qué si alguna empresa productora de energía es capaz de ofertar precios más económicos al haber podido mejorar en eficacia y eficiencia sus sistemas de producción, finalmente este esfuerzo no se reflejará en el precio que pagarán los consumidores. Un sistema perverso avalado, sin embargo, por Europa.
La reducción de los impuestos generales y especiales aplicados por el Gobierno de España a la energía han sido inútiles ante el alza constante de los precios. De hecho, de no haberse producido esta reforma fiscal aún pagaríamos más cara la energía.
¿Cuáles podrían ser las soluciones a todo este embrollo? Veamos algunas:
1.-Abaratar el precio del gas favoreciendo la llegada a Europa occidental del que se produce en Rusia para soslayar el oligopolio de los países árabes.
2.-Incentivar la producción de más energías limpias.
3.-Que la Unión Europea deje de recargar con tasas e impuestos ‘verdes’ el precio de la energía producida con combustibles fósiles (gas, carbón, petróleo).
4.-Que el Gobierno de España considere la energía un producto de primera necesidad y le otorgue un tratamiento fiscal específico similar al que ya tienen los alimentos básicos y las medicinas. La energía debería dejar de ser un bien de lujo.
5.-Que se provoque una verdadera competencia entre las empresas productoras de energía para que mejoren sus sistemas de producción y puedan ofrecer a sus clientes precios verdaderamente diferentes y mejores a los de la competencia.
Mientras todo esto ocurre, o no, seguiremos pagando la energía más y más cara de España. De récord en récord.