Los sospechosos citados también están a la espera, pues a don Mariano le pillaron hace unos días diciendo, en confianza, que “me conformo con que no me empapelen”.
¿Será esta una de esas ocasiones, tan escasas, en que ocurren cosas que no dejan conformes a los que mandan?
El motivo de la detención es evidente: con la intención de evitar que las investigaciones judiciales pudieran descubrir presuntos delitos que habrían cometido, altos cargos del gobierno utilizaron durante años recursos públicos para impedir que se aplicara la legislación vigente, alterando en su exclusivo beneficio el normal funcionamiento de la democracia.
Mientras espero noticias de algún juez decente, escribiré sobre lo que tenía previsto antes de escuchar a Villarejo.
A mediados de la pasada década llegué a la conclusión de que Pablo Casado era un franquista disfrazado. Fue cuando dijo que “los de izquierdas son unos carcas porque todo el día están con la guerra del abuelo y las fosas de no sé quién”. Una frase despreciable donde las haya.
Cuando el actual líder del PP dijo eso, los de Vox no tenían ni un solo escaño en el Congreso. Estos son franquistas declarados, pues Abascal ha dicho, y repetido, que “este gobierno es el peor de los últimos 80 años”.
¿Dejaría de ser Casado tan franquista a partir de que los afiliados más franquistas del PP decidieron integrarse en Vox?
No lo parece, pues Casado acaba de justificar el 18 de julio y la guerra civil afirmando que tales hechos fueron el resultado del “enfrentamiento entre los partidarios de la democracia sin ley y los de la ley sin democracia”.
El PP es un partido franquista, también disfrazado, porque en 2018 sus afiliados eligieron al mismo Casado que ya había manifestado hacia las víctimas de los franquistas su desprecio, el mismo que los propios franquistas mostraron, siempre, hacia sus víctimas. Durante las largas décadas que dominaron sin necesidad de disfrazarse. Las mismas víctimas que despreció Casado.
¿Qué clase de comentarios son los que podemos imaginar que proliferan en un partido capaz de elegir a un presidente como ese?
Hace dos siglos el tercer presidente de los Estados Unidos afirmó: “Prefiero prensa sin gobierno que gobierno sin prensa” y si nos pidieran encontrar concordancias entre en ambas frases, muchos diríamos que la “prensa” y el “gobierno” de Jefferson se corresponden, respectivamente, con la “democracia” y la “ley” de Casado.
Recordando las cosas que ocurren en estos Estados Unidos que Jefferson tanto contribuyó a construir, este mismo año los periodistas han sido capaces de dejar con la palabra en la boca a Donald Trump. Y hace cinco décadas acabaron con la presidencia de Nixon tras descubrir el Watergate.
En cambio, en la España que tiene en su cabeza, Casado ha prohibido a sus militantes hablar del PP de antes, ese partido gobernante del que comenzaba a escribir mientras escuchaba la SER, y en el que él mismo era miembro de su ejecutiva.
Los periodistas a los que Casado niega información son los mismos contra los que Rajoy colocó un plasma para no responder a sus preguntas. Era cuando las portadas rebosaban de apuntes contables de Bárcenas, todos ilegales. Entonces no se sabía nada de la Kitchen, un montaje fuera de toda legalidad y mucho más grave que cualquier Watergate.
Sigo sin escuchar que hayan detenido a Rajoy, pero, en cambio, recuerdo que en enero de este mismo año Casado enarboló la misma frase de Jefferson para justificar una denuncia que tenía previsto presentar en Europa contra un supuesto “ministerio de la verdad” que se atribuía al gobierno de Sánchez cuando aún estaba Iglesias.
Es decir, el mismo Casado que ha prohibido a sus militantes responder a la prensa sobre el PP, se atreve a mencionar a su favor a Thomas Jefferson, cuya opinión sobre el papel de la prensa estaba entonces en las antípodas de las decisiones que, ante la misma prensa, impone hoy Pablo Casado.
Entre las ideas que inspiraban a Jefferson para gobernar la difícil convivencia de aquel país en construcción, y las que dirigen la política de Casado, hay una distancia que ni él ni el PP podrán salvar jamás, porque está construida sobre miles de inocentes asesinados a quienes solo sabe despreciar.
Evidentemente, los Estados Unidos de América no son el paraíso de la democracia, pero en España hay demasiados como Casado y Ayuso: la única forma de vida que imaginan es la de un infierno con terraza para contemplar las llamas mientras se toman una caña de cerveza.
He terminado y sigo sin recibir noticias de las detenciones pendientes.
Señor García-Castellón, juez de la Audiencia Nacional, ¿ha superado ya el “panorama desolador” que le dejó el inspector Morocho tras declarar, o es que no sabe todavía cómo puede evitar que tan relevantes sospechosos entren en la cárcel?
(Silencio judicial).
Señor juez, haga el favor, que han pasado veinte días desde su “desolación”.