Sin embargo –a cada uno lo suyo–, es cierto que, aún hoy en día y pese a todo, entre nosotros contamos con jóvenes que no son unos descerebrados, son conscientes de la gravedad incuestionable de la pandemia, que saben conjugar la segunda persona del plural en modo altruista y que, pese a las dificultades, los inconvenientes, las incomodidades y el hastío de un confinamiento, han puesto por delante de todo esto su sentido de la civilidad.
Son los 45 chicos y chicas que han optado por quedarse en el Hotel Bellver pese a no dar positivo en las pruebas PCR. En cumplimiento del auto de la juez de la sala tercera de lo Contencioso Administrativo de la Audiencia de Palma, todos ellos –los 45– podían unirse a los otros 118 que se subieron al barco que los trasladó a la casa de sus papás y de sus mamás. Pero no quisieron.
Conscientes de que dar negativo en una prueba PCR –como se demostró más tarde en el mismo puerto de Palma y horas después en el de Valencia– no es sinónimo de estar libres de portar encima el virus de la Covid, optaron por permanecer en el edificio hotelero del Paseo Marítimo de Ciutat.
Ahora solamente hay que esperar que nuestras dilectas autoridades les agradezcan el gesto de autocontención y respeto a la normativa autonómica ya que con ello se han alineado con las tesis que se defienden –con poco éxito, hay que reconocerlo– desde el Consolat de Mar y que, sin embargo, rechaza la Justicia.
Quizás sería bueno invitar a estos 45 jóvenes a que nos vuelvan a visitar cuando todo esto no sea más que una pesadilla del pasado. Ahí dejo la propuesta.