Como si España hubiera perdido Cuba ayer, es decir, el lunes 14 de junio de 2021, y también con los Estados Unidos compartiendo escenario, hemos tenido que hablar de lo mismo que hubiéramos hablado en 1898.
¿Debemos sentirnos orgullosos o, por el contrario, reflexionar sobre nuestra irrelevancia como país? nos pregunta Biel Ramis, el director del programa.
El “culpable para todo” se llama Pedro Sánchez y su delito, esta vez, esa cumbre entre caminantes de menos de un minuto de duración que ha mantenido con Joe Biden.
Que levante la mano quien no haya visto todavía ese paseo de dos altos mandatarios. Nunca habían trabajado tanto los expertos en comunicación no verbal de seres humanos ocultos bajo las aún obligatorias mascarillas.
Si lo desea con sonido, puede ver el debate de Canal 4 TV en este YouTube: https://www.youtube.com/watch?v=FBZ5-zNNAG8
Pero vayamos por partes.
La manera de ser de Pedro Sánchez es la inevitable para presidentes de periodos de transición política, en los que la inestabilidad es el pan de cada día. Además, este hombre parece estar tocado por esa especia de suerte con la que consigue, en los retos en los que se implica personalmente, que sus adversarios se confundan, tanto si se llaman Susana Díaz como si se trata del binomio Ayuso-Casado, esas personas con las que algunos barones del PP ya no quieren coincidir por las calles de Madrid, como si fueran ex parejas de las que la presidenta triunfadora en mayo habló con Carlos Alsina, de Onda Cero, durante la última campaña electoral.
Si, es probable que ya sean más “ex” que “in”.
Si a Casado le interrogara hoy una máquina de la verdad descubriría que Díaz Ayuso le quita el sueño, y que maldita la hora en la que él mismo contribuyó para que a esa mujer se le subiera tanto a la cabeza el éxito en las urnas. Menos mal que solo quedan dos años, debe estar pensando el, aunque ¿cuántos le quedan a él?
Volviendo a nuestra pareja de protagonistas, mantengo que Joe Biden no quería coincidir de ninguna manera con Pedro Sánchez. El motivo principal no puede ser otro que el marrón, prácticamente imposible de borrar, que heredó de Donald Trump con lo de que el Sáhara Occidental pertenece a Marruecos. Si añadimos que una oportunidad como esta no la podía dejar pasar el rey marroquí, que al mismo tiempo es el mejor aliado de USA en el mundo árabe con lo de Israel, pues casi debemos extrañarnos de que haya tardado tanto tiempo en montarle a España el lío de Ceuta.
Y, por si no quedaba claro que Marruecos quería arañar en donde más le podía doler a España, tiempo le ha faltado a su embajador para recordar que, con lo de los independentistas catalanes, ellos fueron más leales con España de lo que España lo está siendo ahora con ellos, y es en este momento cuando nos viene a la cabeza un tal Borrell diciendo “Navalni” en presencia de un ruso y, lógicamente, el ruso contestando “Puigdemont”.
Conseguir ser alguien respetable en el concierto mundial cuesta mucho tiempo, pero puedes volver a ser nadie después de cuatro telediarios.
Tratándose de política y de economía, si no puedes ocultar una inestabilidad tal que incluso está cuestionando el dibujo de tu propio mapa y, al mismo tiempo, presentas un endeudamiento que te obliga a pedir muchas más ayudas a fondo perdido y a crédito que la mayoría de tus iguales, es evidente que, te llames Rodríguez, Sánchez, Aznar, Rajoy o González, el escenario internacional no te será nunca propicio para presumir de relevancia.
Se equivocan Casado y los suyos si creen que estos supuestos fracasos de Sánchez en el teatro mundial les pueden servir para tapar desde sus corrupciones, ya en los juzgados, que no paran de alimentar las portadas, hasta unas meteduras de pata que no se detienen ni ante el rey.
No es extraño que los republicanos españoles hayan decidido esperar a que la monarquía se pudra por sí misma como estrategia tranquila para alcanzar la tercera república.
Pero la degradación en los ámbitos europeo y mundial seguirá llevando a España hacia la irrelevancia total mientras el Gobierno no convoque a la mayoría parlamentaria que le concedió la investidura y decida asumir el liderazgo de una reforma de la Constitución que, en realidad, deberá entusiasmar tanto como un proceso constituyente.
Todo el mundo sabe lo que esto significa, y es por esto mismo por lo que ni siquiera Pedro Sánchez se atreve.