Mientras las tiendas permanecen cerradas a cal y canto, okupas y poetas de bote aprovechan la clandestinidad que les ofrecen las sombras para probar de ligar palabras a modo de graffiti en paredes abandonadas.
El contraste entre la Plaça Major, escenario de las visitas de los pocos o muchos turistas que nos visitan, y las catacumbas en las que se han convertido las galerías, resulta desolador.
Las dos caras de una misma moneda que depende de decisiones políticas que se están dilatando demasiado en el tiempo, mientras que la zona continúa ofreciendo una estampa que roza lo tétrico.
¿Cuánto tiempo más tiene que pasar antes de que las Galerías de la Plaça Major de Palma reciban un uso que las dignifique? ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que los ciudadanos recuperen un espacio que podría resultar tan valioso en el centro de Ciutat? ¿Cuánto tiempo más tiene que pasar para que las galerías dejen de ser un foco de suciedad y de peligros potenciales?
