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OPINIÓN/ De la edad del pavo a la adolescencia

Hace unos días leía un articulo del juez Calatayud -Don Emilio Calatayud, juez de menores de Granada- que ponía a parir a padres, madres y abuelos por lo que el llamaba debilidad educativa de los padres sobre sus hijos.

He de reconocer que no soy un gran fan del ilustre magistrado, pero me gusta leerlo y escucharlo porque muchas veces me devuelve a mi niñez y me identifico con muchas de las situaciones que describe sobre cómo nos educaron nuestros padres en aquellos tiempos, que no significa que lo comparta y, hoy, más que un problema me resulta gracioso.

Hoy, los padres, hablamos mucho de la preadolescencia y de la adolescencia y de los problemas y situaciones que esa etapa de la vida de nuestros hijos nos trae de cabeza y que muchas veces no sabemos cómo afrontar.

Cerca de mi oficina hay un gabinete de psicología infantil y juvenil que casi siempre hay padres con sus hijos esperando para entrar y a mi me llama mucho la atención porque me da, y así lo pienso, que es una forma -los psicólogos infantiles y juveniles- que tenemos los padres de intentar justificar nuestra incapacidad para educar.

Cuando yo estaba en la edad de la preadolescencia y adolescencia nunca escuche a mi madre decir que mi actitud era fruto de esa etapa de la vida, ella siempre decía, y como ella todos los padres de mis amigos, que estaba en la edad del pavo y que lo que tenía que hacer era espabilar y para ello tenía un remedio infalible. Mi madre utilizaba una herramienta polivalente llamada alpargata que le funcionaba de maravilla y que utilizaba con una magistral destreza. La alpargata le servía para estar en casa, para salir de casa y para arreglar todos los problemas domésticos y de convivencia entre los hermanos. La alpargata era como un dron al que nunca se le acaba la batería y que tenia un dispositivo muy avanzado para localizar el objetivo -que casi siempre era yo- hacer contacto con el en el lugar de mi cuerpo donde más dolía y no dejaba marca y que tenia una efectividad del 99%. El 1% de veces que fallaba no había problema, en ese momento se iniciaba una negociación en la que yo siempre perdía:

Mama: tráeme la alpargata.

Hijo: No que me pegas

Mama: Que no, que no te pego, tráeme la alpargata

Hijo: ¿de verdad que no me vas a pegar?

Mama: Que no tonto, que no te pego

Y yo me acercaba con recelo, despacito hasta que le entregaba la alpargata y ella con una agilidad y rapidez increíbles me soltaba un alpargatazo que me estaba picando el culo una semana.

Yo no eduqué a mis hijos de la misma forma, yo ya no tenia alpargatas, yo tenía zapatillas y carecía de la habilidad, puntería y destreza para lanzársela a nadie.

Lo de la educación de los hijos no es tema de broma, entre otras cosas porque lo que hacemos es preparar a los adultos del futuro y visto lo que estamos viendo creo, humildemente, que no lo hemos hecho muy bien.

La educación, bajo mi punto de vista, siempre la hemos intentado dejar en los demás. Los maestros, los abuelos, incluso en los propios hijos y, lo que es peor aún, no hemos sido constantes si no que nos hemos ido dejando llevar por el momento, por la situación y no por la debida obligación de formar en buenas personas.

Seguro que os acordáis de la moda del chándal. Una época, de no hace mucho en la que todos llevábamos el chándal, aquel chándal de tactel que nos poníamos para todo menos para hacer deporte. Hombres en el bar los domingos y fiestas de guardar con su chándal, sus zapatos, calcetines blancos y la camisa de vestir. Mujeres en la panadería con su chándal y sus tacones. Yo recuerdo que tenía uno como de terciopelo con el escudo del Real Madrid y que, además, le compré otro a mi hijo y salíamos juntos con nuestros chándales. Mi hija sentía vergüenza ajena y se hizo del Barça. Pasó la moda del chándal y llegaron los leggins, esa prenda que la gran mayoría utilizamos para todo menos para hacer runing, esa prenda ajustada que los hombres llevan para marcar paquete y que a las mujeres les hace eso llamado “pezuña de camello”. Esa prenda que nos hace mas delgados si somos delgados y mas gruesos si somos rellenitos, que nos la ponemos para ir a todos sitios y que algunas son auténticos delitos y atentados contra el buen gusto.

Pues bueno, la educación de los hijos es como el chándal y los leggins, va por modas y nunca la hacemos servir para lo que es. CREAR BUENAS PERSONAS.

Actualizado: 14 de marzo de 2022 , ,

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