Los estragos sanitarios, sociales, políticos, económicos y laborales que nos está provocando la pandemia asesina de la Covid-19 están reclamando lo mejor de cada uno de nosotros.
No son momentos los actuales para apoltronarse ni para esconderse en nuestra egoísta zona de comodidad, dejando pasar el tiempo a la espera de algún milagro sobrevenido que nos rescate de este marasmo desde los remotos cielos divinos. No es el momento de dejar en manos de los otros lo que debemos y tenemos que hacer nosotros.
Es el momento, pues, de actuar activamente. De hacerlo cada uno de nosotros desde nuestro propio ámbito profesional, laboral y social para arrancarnos de encima a quienes nos frenan y, al mismo tiempo, aportar nuestra propia fuerza individual para superar colectivamente y con éxito los actuales problemas que nos ahogan.
Ustedes, señoras y señores de les Illes Balears, son ciudadanos y no súbditos. Ustedes son los protagonistas verdaderos de nuestra sociedad. Ustedes eligen y cesan a quienes nos representan. Y ellos –precisamente los que nos tienen que representar desde las instituciones políticas y las asociaciones patronales, empresariales y profesionales– están a nuestro servicio. Al servicio de ustedes. Y nunca al revés. Nunca.
Los tiempos actuales, jamás antes nunca vividos en las últimas décadas y solamente comparables a los provocados por una guerra, nos reclaman dejar de pontificar cómodamente acodados en la barra de un bar o en una dominguera sobremesa familiar. Nos piden de forma encarecida que demos un paso al frente y actuemos. Cada uno desde su propia posición, según sus posibilidades, su forma de entender la vida, su ideología política, sus experiencias y sus propios apriorismos. Con total libertad, eso sí, pero con absoluto compromiso.
Es el momento del compromiso personal en el ámbito de un potente compromiso colectivo. Ya basta de quejarse de boquilla y, después, apalancarnos en el sofá. Ya basta de palabras huecas y eslóganes falsos. Ya basta de dejar que aquellos que nos deberían representar –partidos políticos, asociaciones patronales y sindicatos– sean objeto de nuestras críticas por su evidente y contrastada inoperancia y después –nosotros, ustedes, los ciudadanos– nos crucemos de brazos y cerremos los ojos.
Las instituciones representativas políticas, empresariales y sindicales son parte consustancial de nuestro sistema democrático. Son el cauce constitucional de la participación cívica y, por ello, debemos ser activos junto a ellas y desde ellas. Para criticarlas, sí, pero también para activarlas, con el objetivo de conseguir el cumplimiento de los objetivos para los que fueron creadas y, también, para convertir en algo útil todo el dinero que acaba en sus bolsillos a través de los impuestos que pagamos todos nosotros.
Quejémonos de los políticos, de las patronales y de los sindicatos por no solucionar aquí y ahora nuestros problemas. Quejémonos, sí… y hagamos alguna cosa más. Participemos activamente en acabar con los problemas y no ser parte cómplice de ellos. Agarremos con valentía y decisión nuestra propia responsabilidad. Dejemos de ser peleles, muñecos de guiñol, cuerpos deshuesados y convirtámonos en auténticos protagonistas de la solución.
Basta ya de dejarnos arrastrar por la estulticia de los inútiles. Seamos proactivos, seamos valientes. Seamos protagonistas de nuestro propio futuro. En ello nos va la vida.