Tras meses de ir dando tumbos, tropezando y desnortados, después de montañas de propaganda hueca, buenismo y eslóganes de autoayuda más falsos que un euro de madera, tras esperar sin que nunca lleguen las promesas de apoyo y ayuda que nos endilgan los responsables políticos que nos gobiernan, tras todo esto ahora –a punto de cumplirse un año del estallido asesino de la pandemia– la sociedad que padece los estragos sanitarios, sociales, económicos, empresariales y laborales provocados por el virus de la Covid-19 se han percatado de que ustedes –sí, ustedes– han dejado de ser la solución para convertirse en protagonistas del problema.
La manifestación que ha expresado por las calles de Palma la ácida indignación que soportan los empresariales y los trabajadores de los sectores productivos obligados a parar su actividad para frenar el ascenso de la curva de enfermos y fallecidos demuestra que mucha gente –quizás ya demasiada– está huérfana de apoyos y sin nadie que, desde sus asociaciones patronales y sindicales, les represente de forma activa y eficiente delante de aquellos que decretan las restricciones y, después, las imponen sin diálogo ni consenso.
Ustedes, señores de las asociaciones patronales, no estaban en la reivindicativa movilización empresarial. Tampoco nadie les esperaba y, de hecho, nadie les quería ni ver por allí. Todo un síntoma del grave problema que arrastran. Una manifestación que repudió de plano las banderas partidistas y, también expresamente, a ustedes. Algo habrán hecho rematadamente mal cuando ustedes no han sido capaces –o no han querido– representar de verdad a sus afiliados y cuando, paralelamente a su estulticia, unos simples ciudadanos particulares –sin oficinas ni subvenciones públicas y políticas millonarias como las que disfrutan CAEB, Pimeb, CCOO y UGT– han conseguido despertar a la sociedad.
De hecho, su única participación en esta democrática movilización fue la ridícula nota de prensa autojustificativa que emitió, tras ser superado por la realidad de su propia ineficacia, el señor don Alfonso Robledo, de la patronal CAEB Restauración. Una nota de prensa patética y a destiempo por el bochorno al que se vio arrojado el señor Robledo y los otros dirigentes empresariales que, como él, siguen agarrados a las subvenciones de los políticos mientras sus –en teoría– compañeros se hunden en la crisis.
Si la desafección que separa a los ciudadanos de los políticos se ha convertido ya en un profundo abismo que será muy difíciles de restañar, ahora ustedes –señores dirigentes de las patronales y de los sindicatos– han pasado a engrosar la lista de los que, desde la comodidad de los despachos y lejos del latir de la calle, esperan genuflexos y cabizbajos ante estos mismos políticos que los problemas se solucionen por algún milagro sobrevenido desde los cielos divinos.
Y no. Ningún milagro nos salvará de la crisis provocada por la pandemia si nosotros mismos no somos capaces de poner en marcha y aplicar las soluciones que de verdad exigen nuestras empresas y autónomos para sobrevivir al actual marasmo y encarar el futuro con algún optimismo, aunque sea mínimo, débil y lejano.
Las presuntas ayudas propuestas hasta ahora por nuestras autoridades del Gobierno de España, del Govern de les Illes Balears, de los consells insulars y de los ayuntamientos se han demostrado, de forma general, escasas, débiles e, incluso, inútiles. La crisis solamente la superaremos manteniendo y creando empleo y, también, cambiando el modelo de gestión pública, eliminando trabas burocráticas y dejando de entorpecer con apriorismos ideológicos la creación de riqueza. Frenos todos estos al progreso perpetrados por un puñado de talibanes atrincherados detrás de las mesas funcionariales de las consellerias, consells y ayuntamientos.
Señores de las asociaciones patronales y de los sindicatos:
Se han mostrado ustedes complacientes frente a las promesas vacuas de los políticos. Políticos que, por cierto, no se han rebajado ni un euro su salario, ni han aligerado el dispendio burocrático, ni han acelerado las tramitaciones del papeleo, ni tampoco han renunciado ni a uno solo de sus asesores colocados a dedo.
La manifestación es el reflejo del tremendo y terrible malestar de los ahogados, de los que no tienen nada que perder porque ya lo han perdido todo, de los que ven como algunos –los políticos, los burócratas y sus enchufados– no se han manchado ni las suelas de los zapatos con el barro de la crisis y otros –ellos mismos, los empresarios y los trabajadores– sobreviven como pueden dentro del pantano hediondo de la quiebra y el paro.
Señores y señoras dirigentes de las asociaciones patronales y los sindicatos:
Han perdido ustedes todo un año y nos han hecho perder un tiempo precioso a todos nosotros. Pero aún están en disposición de solventar sus errores pasados. Aprovechen esta advertencia que les han hecho llegar los manifestantes y pónganse a hacer lo que no han hecho hasta ahora. Pónganse a trabajar.
Y, si no están dispuestos a esforzarse, váyanse.