Como no podría ser de otra forma, desde diferentes sectores, ha sido unánime el grito en contra de esta decisión que, no entraré en si la considero acertada o no, se veía venir desde hace semanas y no hemos hecho nada, absolutamente nada, para evitarla.
Como desde el principio de la pandemia nos estamos dejando la salud en discutir que ha de prevalecer, si la salud o la economía y nos estamos olvidando, centrados en esa discusión, en cambiar comportamientos y actitudes para que no tengamos que elegir entre una u otra, entre otras cosas porque elijamos la que elijamos vamos a salir perdiendo.
Lo más fácil seria llegar a la conclusión de que la salud debe primar sobre la economía y viceversa, pero nos encontraríamos nuevamente al principio de la discusión y sin posibilidades de alcanzar el más mínimo consenso.
En abril, mayo o incluso junio no sabíamos nada de lo que significaba esta gran crisis ni de las terribles consecuencias que nos supondría y actuamos, todos, a golpe de improvisación. Ahora si que sabemos, y estamos sufriendo las consecuencias, lo que realmente significaba la pandemia, pero, ahora como antes, actuamos como si fueran los demás los que tienen que hacer algo, seguimos mirando como idiotas el ombligo del vecino mientras en el nuestro se acumula la pelusilla de la estupidez y la irresponsabilidad.
Uno de los colectivos mas beligerantes durante toda la pandemia ha sido, sin lugar a duda, el del ocio. Sector que, en términos económicos y de empleo, está siendo el mas afectado en nuestra comunidad. Por desgracia no podía ser de otra manera por nuestra dependencia total de ese sector, y que conste que encuentro más que justificadas muchas de sus reivindicaciones y que me apena y sufro con ellos por todo lo que están pasando.
Pero seamos realistas. Comparto la idea de que la restauración o las grandes superficies no son las que infectan, pero, y lo digo tal cual, la irresponsabilidad individual de todos nosotros (clientes, trabajadores, hosteleros) convierte a este sector en el lugar donde, por diversas circunstancias, se incumple las medidas aconsejadas para controlar la expansión del virus.
No hace falta ser un lince ni un cerebrito para ver el comportamiento que mantenemos en estos lugares y comprender que el mismo puede ser facilitador del viaje del virus atrapando nuevos cuerpos y posibilitando se amplíe la transmisión, todo porque tendemos a relajarnos y esperamos que sean los demás los que cumplan con las prescripciones
Cada día vemos en los medios como nos amontonamos en terrazas y centros comerciales como si nos fuera la vida en ello -en realidad nos va- y nos quejamos, desde la escalera mecánica del centro comercial, por la decisión del Govern de cerrar a cal y canto estos espacios.
El Govern y el Gobierno central se están equivocando, sin duda alguna, y deberán ponerse las pilas si no quieren que, económicamente hablando, nos quedemos atrapados en la luz y nunca podamos alcanzar el túnel. Cosa que para Baleares sería catastrófica.
Ya llego el momento, tarde pero aún estamos a tiempo, de que los que nos gobiernan pasen de las palabras a los hechos. Los gobiernos (central y autonómico) tienen la responsabilidad de tomar las riendas de la recuperación mediante inversión pública y a través de ayudas e incentivos a las empresas y autónomos para que nadie, absolutamente nadie, se quede tirado en la cuneta.
Llego el momento de que los estamentos públicos nos cojan de la mano y nos ayuden a cruzar el tramo de luz cegadora que nos está atrapando e inmovilizando a todos. Debemos, sin lugar a duda, salir de la luz y alcanzar el túnel, solo así, entrando en el túnel tendremos la posibilidad de reorganizarnos, reconstruirnos y avanzar. Si todos colaboramos encontraremos el túnel al final de la luz.