La gestión de la pandemia por parte de nuestros políticos y autoridades ha sido manifiestamente mejorable, por no decir muy deficiente.
Mentiras, falsas verdades, imposiciones erráticas, restricciones confusas, favoritismos partidistas, un esquizofrénico y desordenado gasto público, vaivenes sin sentido –lo que hoy es una cosa mañana es todo lo contrario– y, por encima de todo, ninguna disculpa de los gobernantes, ningún error asumido, ningún acto de contrición ante los dislates que han sumido a la ciudadanía en un piélago de despistes, desconciertos e incertezas.
Con toda la razón del mundo, amplios sectores de la sociedad –ciudadanos de a pie, empresarios grandes y pequeños, restauradores, comerciantes, autónomos y trabajadores– se muestran en estos momentos agriamente desabridos y compelidos a rebelarse contra las nuevas normas restrictivas ahora impuestas tras convertirse nuestra comunidad en la más perjudicada por la Covid-19 cuando hace solamente unos días era de las mejor posicionadas de España en la lucha sanitaria contra la pandemia.
Esta caída en picado en la fosa de la morbilidad vírica, una vez más, ha sido justificada por los que nos mandan –¡atención!– culpabilizando a los ciudadanos. Sí señoras y señores: a ustedes. Ustedes tienen la culpa de todo. Todo lo que nos pasa es porque ustedes no se respetan a sí mismo y a sus familiares y convecinos. Se han relajado ustedes y ustedes han provocado la nueva explosión maldita de enfermos, internos en hospitales, en UCIS y, también, de muertos. Sí, ustedes. Ellos no. Ellos nunca.
Cierto es que muchos de nosotros no han respetado las normas básicas de prevención. Hay que reconocer que el egoísmo tóxico de parte de la sociedad ha contribuido a empeorar la gravedad pandémica. Basta darse una vuelta por determinadas zonas para comprobar que aquello de luchar todos a una contra el virus mortal ha sido soslayado por completo por algunos con una copa en la mano y un cigarrillo en la boca.
La gravedad de la situación, sin embargo, nos impide afrontar ahora la reclamación inmediata de responsabilidades a los que primero negaron la llegada del virus a España para después, consecutivamente, propugnaron la inutilidad de las mascarillas para después exigir su uso, nos conminaron a salir a las terrazas y reconquistar las calles y han ido imponiendo restricciones ni ton ni son para ver si la flauta sonaba por casualidad.
Ahora hay que ser y debemos ser comedidos. Hay que respetar todas y cada una de las indicaciones: toque de queda, confinamientos selectivos, restricciones de aforo, reducir los contactos sociales, mantener las distancias de seguridad sanitaria, ponerse la mascarilla, no visitar de forma frecuente a nuestros mayores en las residencias, dejar de ir de noche a bares y restaurantes y todo aquello que nos imponen las autoridades.
Ahora hay que respetar las normas. Aunque nos indigne que aquellos que nos las imponen no acierten en la tecla para acabar con la pandemia y, en lugar de reconocer su error, nos culpabilicen a nosotros de sus dislates.
Tenemos que y debemos de respetar las normas porque en ello va nuestra vida y el futuro de nuestros hijos. Este es el primer objetivo a conquistar ahora. Después, más adelante, ya habrá tiempo pare reclamar responsabilidades. Y ustedes, como ciudadanos, seguro que lo harán.
Y, pese a todo y ante todo, Feliz Navidad y Próspero Año Nuevo para todos los lectores, radioyentes y telespectadores del Grup 4 de Comunicació Multimèdia. Molts d’Anys i Bones Festes!!!