Esta noche me han robado el sueño las noticias nuevas de intrigas viejas, y de militares de antaño que, sedientos de pasado, han decidido asustarnos. Y la certeza de saber que nadie sabe cuántas cabezas activas están esperando la señal más mortal de todas las señales.
Esta noche también me ha robado el sueño un rey que no tiene la hombría necesaria para aguantar de pie los lances de la vida porque fue capaz de incendiar la cabeza del jefe de los jueces, y también de esos abuelos raros, cuando un tal Sánchez, cargado de votos, no le dejó salir de viaje.
Esta noche me han robado el sueño unos ministros que están escurriendo el bulto porque son ellos, y su presidente del Gobierno, quienes tienen que sacar a Felipe VI por la tele para que apruebe esa asignatura que se llama democracia. Porque no sabemos si puede, y es vital que lo sepamos.
Esta noche me ha robado el sueño saber que es mentira que la soberanía resida en el pueblo, porque no hay soberanía que valga cuando la amenaza vive en las entrañas. Y porque un gobierno de España nunca pedirá ayuda al mundo que le rodea, al que tanto dominó durante tantos soles y durante tantas lunas.
Esta noche he descubierto que, si yo fuera uno de esos abuelos, cada día de mi vida se habría roto un espejo.