Los 1.000 afortunados asistentes de la Philippe Chatrier y los millones de espectadores por televisión alucinaron con la puesta en escena de Nadal. El balear dio un paso más como en cada ronda en París y demostró jugar en casa mientras al serbio le comían los nervios. No se dejó un golpe en mitad de pista, todo raquetas profundas del español y mover de lado a lado al serbio.
Así comenzó el rodillo de juegos seguidos que terminó en el rosco inaugural. El balear sabía que necesitaba ese nivel máximo y el de Belgrado, que peleaba al resto, encogía la muñeca en su turno de saque. El servicio le abandonó a un Djokovic por debajo del 40% de primeros dentro y, al otro lado, Nadal alimentaba su recital viendo a su rival tocado. Tres bolas de 'break' desaprovechadas en el cuarto juego fueron la puntilla de la manga.
Nadal no solo fue a por el set sino que quiso dejar tocado a Djokovic con una exhibición en la que solo cometió dos errores no forzados. Así fue, el serbio no pudo olvidar el rosco y empeoró incluso su juego, con más bolas contra la red o fuera de los límites. De nuevo 'Nole' abrió la puerta a Nadal en cada saque y el español lo aprovechó para ponerse 4-1 camino al 6-2.
El número uno deambulaba resignado hacia el tercer set, sin ni siquiera renegar un poco o maldecir a los cuatro vientos. Lo hizo ya tarde, en un tercer acto de orgullo y el primero igualado. Una situación nueva en la final, ver el marcador igualado después de un intercambio de 'breaks' hasta los últimos juegos.
'Nole' dio con su saque para salvar una bola de 'break' y ponerse 4-5, pero Nadal no tembló y aguantó en lo más exigente, con el número uno bombardeando a la desesperada, para cerrar otro capítulo glorioso en París. Era un año difícil, dos torneos con este por la pandemia, unas fechas raras, unas pelotas "peligrosas" llegó a decir, pero a entrega y trabajo no le ganan a un Nadal bestial.