Momento 1 con Alfonso XIII. El 13 de septiembre de 1923 el general Primo de Rivera dio un golpe de Estado y el rey de entonces, bisabuelo de Felipe VI, negó su apoyo al gobierno legítimo encabezado por García Prieto, inaugurando el periodo que el historiador Santos Juliá bautizó como “dictadura con rey”, y que terminó con su abdicación voluntaria ocho años después.
Momento 2 con Juan Carlos I. A finales de 1980 ese rey se había cansado de Suárez, presidente del gobierno gracias a sendas victorias en las dos primeras elecciones generales tras la muerte del DEMAEHE*. Hoy todo el mundo sabe que el padre de Felipe VI llevaba tiempo intrigando con el general Armada, y lo único que ya se debate es sobre el grado de conocimiento que, el hoy tan emérito como despreciable, tenía del “golpe blando” del general y del asalto duro al Congreso, en paralelo, para crear la conveniente sensación de abismo. 40 años después, Juan Carlos I es el español más apestado de todos y hasta corre el peligro de que le quiten la paternidad sobre su hijo, con tal de salvar al nuevo rey del incendio. Aunque reconozco que, de esto en particular, aún no tengo pruebas.
Actualmente, el peligro de retroceso de la democracia en España se deriva de las consecuencias de dos momentos protagonizados por Felipe VI.
Momento 3 con Felipe VI. El 3 de octubre de 2017 Felipe VI desautorizó al presidente Rajoy, a pesar de que había ganado las tres elecciones generales anteriores, al imponerle su presencia en la tele con la pretensión de demostrar que él, como rey de España, se bastaba para poner orden en Catalunya tras la celebración de un referéndum triunfador a pesar de que guardias civiles y policías enviados por el propio Rajoy lo habían reprimido a patadas y porrazos. Además del hecho absolutamente excepcional de que al día siguiente el Ibex 35 cayera dos puntos más que los principales índices europeos, las dos consecuencias más relevantes de aquella acción de Felipe VI fueron las siguientes:
79 días después, los independentistas consiguieron ganar unas elecciones cuyo resultado les mantiene más que vivos. Y ello a pesar del 155, de la división entre los dos partidos que, en coalición, habían ganado las anteriores, de los encarcelamientos y del exilio del resto de líderes también perseguidos por el Estado español. Y constituido, contra el Tribunal Supremo, el gobierno nacido de aquellas urnas, los partidarios de la república independiente de Catalunya mantienen el control de los tiempos y los recursos disponibles para seguir con su lucha.
242 días después, y más de 700 antes de que finalizara su mandato, el gobierno del PP fue desalojado de La Moncloa, lo que provocó que un partido con 137 escaños, presidido por alguien que tras las elecciones de 2015 había dejado al rey con la investidura en la boca, ¿le guardaba usted rencor, majestad? cediera el gobierno a otro también monocolor, pero de un PSOE con 87 o, lo que es lo mismo, menos del 25% de los 350 escaños del Congreso.
En cualquier caso, a Rajoy le faltó tiempo, tras dejar La Moncloa, para decir en público que él no le había pedido a Felipe VI que pronunciara ningún discurso.
Momento 4 con Felipe VI. “Hace un año”, en una fecha concreta que ni Felipe VI ni Sánchez han confesado, “Felipe VI informó al Gobierno hace un año sobre la fundación panameña de su padre”, según proclamó el titular de El Confidencial del 16 de julio pasado, una información que tampoco han desmentido, pero de la que todos han huido como si, además de envenenar un funeral de Estado, anunciara también el fin del mundo.
Ese titular nos ha permitido comprender varias cosas.
La primera es que a un Pedro Sánchez desesperado porque no conseguía formar gobierno con 123 escaños, cuando venía de otro con 87, y con una derecha que sumaba 149 entre los que por primera vez aparecían los franquistas de Vox, con 24, Felipe VI decidió contarle algo de lo del dinero que su padre ocultaba al fisco. Contrastando el “hace un año” de El Confidencial con lo que dijo el rey en su comunicado de marzo “renunciando” a esa herencia, resulta evidente que Felipe VI lo sabía todo antes de informar al presidente y, por tanto, eligió la fecha que más le interesaba a él para desestabilizar a Sánchez al convertirlo en cómplice de la ocultación de un delito, cosa que, evidentemente, consiguió.
La segunda es que Felipe VI sabía que Sánchez no tomaría en ningún caso la decisión de salir en la tele dos horas después de recibir la noticia para decir a todos los españoles que la monarquía se había convertido en un montón de basura y etcétera, y que, por tanto, constituir la República Federal en España sería el principal objetivo del PSOE y del nuevo gobierno a partir de ese momento.
La tercera es que Felipe VI también sabía, y sigue sabiendo, que al implicar al presidente del gobierno en algo inconfesable pasaría a tenerlo bajo su control. Una vulnerabilidad compartida por ambos, pero con el rey disfrutando de su blindaje total ante la justicia, mientras que Sánchez siempre será uno más de los iguales ante la ley, es decir, violable**.
También sabemos, por fin, que Pedro Sánchez engaño a Ferreras en La Sexta cuando dijo que no podría dormir con Pablo Iglesias en el Gobierno. Ni él, “ni el 95% de los españoles”, afirmó. A la vista de que las ojeras no le llegan hoy hasta las rodillas, ha quedado claro que ese no era el motivo. Se le acusó de hacer demagogia, pero ahora sabemos que al candidato fracasado le salió esa respuesta porque le estaba costando conciliar el sueño.
Lo que no le dejaba dormir a Pedro Sánchez desde aquella confidencia de Felipe VI era no poder decírselo a quien, sí o sí, iba a tener que sentar a su lado en el Consejo de Ministros
¿A que a usted le quitaría mucho más el sueño lo de ocultar una información decisiva al socio que necesita para respirar, que no el hecho de que ese socio peine coleta, por poner un ejemplo?
Es muy probable que, durante sus insomnios, Sánchez estuviera buscando excusas para rechazar a los de Iglesias en el gobierno, a pesar de las muchas condiciones a las que ellos iban renunciando cada día, con tal de asumir ministerios.
Entonces ocurrió algo sorprendente. Abocadas las urnas del 28 de abril al fracaso, en mi opinión por el terremoto que la bomba sin ruido de Felipe VI provocó en el único candidato posible a La Moncloa, llegó el 13 de septiembre de 2019, otro 13 de septiembre, por cierto, y, antes de la protocolaria e inútil ronda de consultas que debía repetirse con Felipe VI, un Pablo Iglesias que no sabía nada del delito que compartían Sánchez y el rey y que, además, andaba desesperado al no entender la negativa del socialista a firmar la coalición, declaró lo siguiente:
"El jefe del Estado debería hacer entender a los candidatos que la coalición es la vía para la estabilidad y que España no se merece una repetición electoral".
O, lo que es lo mismo, Pablo Iglesias atándose a Felipe VI al pedirle que se implicara con su propuesta para conseguir que no se repitieran las elecciones. Mientras, en La Zarzuela, las risas del inquilino debían hacer temblar hasta las vigas más maestras del palacio.
Muchos más detalles están demostrando que el poder real que está ejerciendo Felipe VI representa un verdadero peligro para las libertades y la democracia. También justifican el primer título de esta serie de artículos, “Felipe VI es el nombre de un golpe de Estado”, y nos animan a seguir con este formato de análisis/denuncia para que la sociedad y el gobierno comprendan que es el momento de acabar con la lacra que representa la monarquía en España.
Por eso, esta serie continuará.
*DEMAEHE son las Iniciales del Despreciable Español Mayor Asesino de Españoles de la Historia de España.
**La palabra “violable” no aparece en el diccionario de la RAE, pero es una más de las ausencias sospechosas, porque sí aparece “inviolable”.