Tal rifirrafe se produjo el 28 de mayo y provocó, en menos de 24 horas y entre otras, las siguientes reacciones:
· El abandono precipitado del de Vox de la Comisión para la Reconstrucción (cuyo nombre urge cambiar por el de "Autodestrucción") con advertencia de Iglesias de que cerrara la puerta al salir.
· La petición de disculpas por parte de Patxi López, presidente de la Comisión, por no haber sabido moderar la sesión.
· El reconocimiento por parte del propio Iglesias del error de haber caído en la provocación, aunque reafirmándose en lo dicho.
Y diez días después, todavía colea. Como tantas veces, la izquierda se siente obligada a competir con la derecha en las alabanzas hacia los Cuerpos y Fuerzas de represión del Estado, siendo Irene Montero la que acaba de salir en los medios a "romper una lanza" y loar los informes, "normalmente rigurosos y con mucho trabajo detrás", de la Guardia Civil, salvo el que le ha implicado personalmente, por supuesto.
Me pregunto a qué viene que Montero haya salido a hablar de lo de Marlaska. Ella, por su relación con Pablo, será la risa de los machistas que pueblan los "Cuerpos" citados y que se mueven en ambientes en los que no conseguirá votos, y menos si les lanza piropos. El ministro, en cambio, tiene la ventaja de que los que cobran de Interior deben tener cuidado, no vaya a ser que le dé por seguir con los ceses de algunos mandos que podrían estar protegiendo demasiado a ciertos grupos. Se llaman "policía patriótica", y no creo que sean los únicos.
En cambio, la consecuencia que considero más importante de este conflicto es que millones de personas que aún no lo sabían se han enterado de que, para una parte importante de la izquierda, es una evidencia que la ultraderecha, que no se reduce a Vox, está aprovechando una catástrofe mundial para "soliviantar" a los "Cuerpos" contra el gobierno de España mediante la clásica estrategia de llenarse la boca admirándolos y defendiéndolos y, en casos como el de Pérez de los Cobos, incluso al margen de la ley que establece las normas para nombramientos y ceses de los cargos de confianza.
A partir de este hecho y sus consecuencias, y también de la amplia trayectoria de asonadas con las que España ha ido escribiendo su historia, la primera pregunta que me hago y que le traslado a usted, que está leyendo esto, es que como es posible que no se haya realizado y publicado aún ninguna encuesta, o yo me las he perdido, que preguntara a la gente, por ejemplo, lo siguiente:
¿Cree usted, tal como ha dicho el vicepresidente Pablo Iglesias, que los de Vox están deseando que se produzca un golpe de Estado en España?
¿Cree usted que existe riesgo de golpe de Estado en España?
Y no sigo con las derivadas que se me ocurren para completar un cuestionario que responda a una duda que, según como se termine resolviendo, podría traumatizar de nuevo a la sociedad española. A fin de cuentas, vivimos en un país cuyo CIS, que pagamos todos, sigue sin atreverse a preguntar ni por la popularidad que goza el rey, que también pagamos todos y que, además, está exento de responder por sus delitos. Un privilegio que, mientras exista, debería implicar un marcaje permanente y exhaustivo sobre la monarquía por parte de la sociedad y su gobierno. Y no solo con la demoscopia.
Algunos dirán que no hay que hacer una encuesta por cada lío que se produzca entre partidos políticos, pero "golpe de estado" son palabras mayores en cualquier sitio, y más en España, por lo que solo se me ocurre pensar que, sobre ciertos asuntos de Estado, sean reyes o golpes, a ningún gobierno le interesa preguntar: prefieren que los de abajo sigamos sometidos al miedo que provoca la ignorancia del tamaño real de las peores amenazas.
Entonces vendrán otros que afirmarán que España es una democracia y que esos peligros se solventan en las elecciones, pero esa respuesta no es suficiente porque ningún golpista ha esperado a ganar en las urnas para llevar a cabo sus criminales intenciones. Desde el 18 de julio de 1936 hasta el 23 de febrero de 1981, los políticos que apoyaron esos golpes de estado, o estaban entre los que habían sido derrotados en las urnas o no actuaban en la política de forma legal y democrática.
¿Es necesario recordar que los más sospechosos de hoy tampoco están en el Consejo de Ministros de esta "España" que es siempre la bandera que han enarbolado los golpistas, y que saben que la inquietud general que provoca el coronavirus crea las condiciones ideales para que sus provocaciones sin pausa les permitan ampliar la audiencia?
Creo que la democracia directa sería, en tanto que comunicación periódica, bien organizada y fluida entre las opiniones y deseos de la sociedad y las decisiones sobre los temas que los políticos deben debatir, la mejor vacuna contra las intrigas que proliferan por los rincones de unos partidos que pueden sucumbir fácilmente a la tentación de conquistar el poder a cualquier precio si, como en el caso de la derecha españolista, mantienen inconfesables pero probadas relaciones de mucha confianza con altos mandos de los "Cuerpos" y de los niveles más altos del Poder Judicial.
Ausente de nuestro país la costumbre del referéndum para potenciar la interacción entre sociedad y clase política, e interesados también los gobiernos en mantener a la sociedad ignorante de sus propias opiniones sobre asuntos "sensibles", resulta imprescindible que los medios de comunicación se atrevan a encargar a sus institutos demoscópicos sondeos que, sin otro límite que el de la profesionalidad, nos informen sobre cómo está viviendo la sociedad los peligros que pueda correr la democracia en España. Y también para conocer la imagen real que proyectan los diferentes actores políticos, en contra o en defensa de las libertades y la democracia.
El Patxi López más preocupado por la imagen de la clase política merece que sepamos si realmente tienen la "piel tan fina" aquellos que se ofenden cuando se les acusa en voz alta de lo que millones sospechan.
A los medios de comunicación les protege la libertad de prensa y nadie les puede impedir que, también en su propio beneficio mejorando los niveles de audiencia, investiguen y publiquen las opiniones sobre las preocupaciones nuevas que han aparecido durante el Estado de Alarma.
Desde sus editoriales hemos visto como pedían al Gobierno y a la oposición que rebajaran la tensión política en un tiempo en el que todos deberían sumar energías, pero ellos, sobre todo los que sostienen el sistema, no se han atrevido a aportar ni un solo grano de arena que, para que esta vez surtiera efecto, tenía que romper moldes.