Pero no estuvieron todos, ni mucho menos. Los cerca de 60 residentes y usuarios de la única residencia en Mallorca para personas más jóvenes de 65 años con graves enfermedades degenerativas y grandes discapacidades, no pudieron acudir.
Una residencia, la de Son Güells, ubicada justo delante del solar donde estaría prevista la construcción de la cementera. Muchos de sus residentes padecen enfermedades respiratorias, por lo que el polvo y el uso de productos tóxicos derivado de este tipo de actividad, empeorarían, todavía más, su ya de por sí delicado estado de salud.
Polvo, ruido y un aumento significativo del tráfico serían algunas de las consecuencias lógicas de esta actividad industrial. Problemas añadidos para una gente valiente, pero que reconoce sus limitaciones y que no rehuirá una lucha a la que se ven abocados por la falta de sensibilidad por parte de las administraciones.
Neus Truyol, regidora de Modelo de Ciudad del Ajuntament de Palma, ya reconoció que el Consistorio se está planteando alternativas a la posible construcción de la hormigonera. Una respuesta que no basta a los usuarios de Son Güells, quienes piden que no se autorice ninguna actividad industrial contaminante a menos de dos kilómetros de distancia de su residencia.
Además del riesgo para su salud y la de los trabajadores del centro, quienes podrían llegar a plantearse un traslado de su puesto de trabajo, el polvo es uno de los principales enemigos para sus costosas e imprescindibles sillas de ruedas.
La lucha continua y, mientras el futuro de la cementera se aclara, los residentes de Son Güells se mantendrán firmes ante este sinsentido.
