Forma parte de la naturaleza humana de los más débiles de corazón, ánimo y espíritu alegar todo tipo de eximentes y atenuantes tras el devenir de los hechos irrefutables y para no tener que asumir y reconocer la parte alícuota de la responsabilidad que originan los avatares acontecidos. Si algo no sale bien, la culpa siempre es de los otros. Si hemos fracaso, ha sido por la mala suerte. Si algo se ha convertido en un auténtico desastre, son casualidades de la naturaleza. Todo, desde el lejano color de las hojas de los arces canadienses en el otoño septentrional hasta el remoto y tenue batir de las alas de una mariposa en la Mongolia exterior, justifican aquello en lo que hemos fracasado. Esa es siempre la excusa de los ineptos.
Señor Pablo Casado y señores militantes del Partido Popular:
El señor Pedro Sánchez es ahora mismo presidente del Gobierno de España, el señor Pablo Iglesias es uno de sus cuatro vicepresidentes y el futuro del país pende del finísimo y frágil hilo de aquellos que desean su desmembramiento porque ustedes, desde hace años de forma continuada cuando han detentado las riendas de la gobernabilidad de la nación, lo han hecho posible. Incluso, diríamos que lo han facilitado.
Sí señores: ustedes han abierto la puerta al advenimiento del dúo Sánchez-Iglesias. Ustedes con sus políticas menfotistas y pasa-pasa, con su blandenguería vaga y su incapacidad voluntariamente sobrevenida para encarar de frente los grandes problemas que se iban gestando, que todo el mundo veía precipitarse sobre nosotros y que, arrellanados en el sofá, durmiendo la siesta, fumándose un puro, hojeando el Marca y con una copa en la mano no quisieron ni supieron afrontar.
Cataluña. Produce vergüenza ajena escucharles ahora a ustedes despotricar contra Pedro Sánchez por estar negociando su propia supervivencia política con el president de la Generalitat, Quim Torra, y con los máximos dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya cuando fueron ustedes mismos los que abrieron este melón en el pasado haciendo lo mismo en posición genuflexa con el entonces vicepresidente de la Generalitat y ahora preso convicto Oriol Junqueras a través de la ínclita Soraya Sáenz de Santamaría y por encargo directo del mendaz Mariano Rajoy. ¿O es que ya lo han olvidado? ¿Recuerdan o no recuerdan a la señora Sáenz de Santamaría desde su cargo de vicepresidenta y delegada directa del presidente para solucionar el conflicto catalán? Un conflicto que no solo no solucionó sino que, además, empeoró con sus políticas erráticas.
También deberían recordar, señor Casado y señores del Partido Popular, que el blanqueamiento de los terroristas asesinos de ETA y sus terminales mediáticas y políticas comenzó con ustedes mismos. Sí, con ustedes. Que tire la primera piedra el político español que, una vez en el Gobierno, no ha abierto y mantenido contactos directos con los delincuentes terroristas y sus cómplices para asegurarse una falsa tranquilidad política. El Partido Popular en esto, como el Partido Socialista, no tiene el alma limpia.
En este rosario de antecedentes veraces y verídicos protagonizados por el Partido Popular que ha desembocado en el advenimiento a la gobernanza de España del dueto Pedro-Pablo no debemos dejar de mencionar la puerta que abrieron ustedes, los del PP, al duopolio informativo televisivo. Fintando la legalidad, los procedimientos administrativos y poniéndose por montera la pluralidad informativa que consagra la Constitución, fue el PP –su PP, señor Casado– el que posibilitó el actual duopolio televisivo que ha restringido hasta la asfixia la diversidad opinativa y ha abandonado en manos de los políticos que por turnos gobiernan la nación la manija que permite favorecer o perjudicar a las cadenas televisivas públicas y privadas. Con ello han condenado a los ciudadanos de nuestro país a conocer y saber sobre lo que ocurre en su entorno sin la pluralidad que posibilitaría después la crítica social a los políticos y la conformación de opiniones libres de cara a las elecciones generales. Ustedes, los del PP, domesticaron a las cadenas de televisión entregándoselas a sus amigos. Ahora, pues, no protesten si estas mismas cadenas de televisión se han revuelto contra ustedes y le sonríen la sopa boba a Pedro Sánchez.
La lista se haría eterna y es hora de ir finalizando esta carta, señor Casado. La larga lista de los errores del Partido Popular que han provocado que ahora esté en La Moncloa cambiando los colchones el señor Pedro Sánchez y trasladándose desde Galapagar a sus poltronas del Gobierno de España en sendos coches oficiales el matrimonio Iglesias-Montero.
Ustedes son los responsables de eso. Ustedes solitos y con sus propias manos. Entonces, ¿por qué lloriquean ahora? Lágrimas de cocodrilo como las vertidas por el rey moro de Granada al perder su trono tras pactar con sus propios conquistadores su autodefenestración cobarde.
Ante eso, ¿qué les queda? Poco o prácticamente nada. Han abandonado ustedes a sus votantes, a sus apoyos, a sus grupos sociales más próximos. Otros, desgajados de ustedes mismos, han surgido para hacer lo que el PP no hacía: defender sus principios ideológicos con valentía y rotundidad. Han abandonado el terreno de juego y han dejado el balón en el césped. Son otros los que ahora juegan el partido. Están ustedes en la banda y desde allí deben optar o por dejarlo todo e irse para siempre o por intentar regresar. Un regreso, sin embargo, que solamente se podrá hacer –paradojas del destino– intentando ocupar el espacio escueto que dejó en su momento el sorayismo y Rajoy.
Amarga medicina de incierto resultado. Todo por no haber hecho en su momento lo que era su obligación. Los errores se pagan, señor Casado. Y en política, mucho más.