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El poder de la tecnología, clave en el consumo seriéfilo

Como ya he comentado en numerosos artículos de opinión publicados en este medio, el presente constante en el que vivimos gracias a las nuevas tecnologías, ha provocado que lo único que realmente importe sea lo que sucede en el presente. Si se dan cuenta, este hecho se puede trasladar a cualquier campo de nuestra sociedad, desde la política o la economía, hasta la ciencia o el deporte. De hecho, la cultura es otro gran ejemplo de la instantaneidad del mundo en el que vivimos, el cual encuentra su máxima expresión en la ficción televisiva.

A lo largo de los últimos años, cada vez son más los individuos que se han sumado a esta moda compulsiva de visionar series sin descanso, aunque una parte de estas personas ni siquiera sea un gran seguidor del hermano mayor de la ficción televisiva, que no es otro que el cine. En realidad, cada vez son más los estudios que aseguran la complejidad del público seriéfilo, una audiencia que cada vez es más amplia y que en numerosos casos no está ligada a un público medianamente cinéfilo y gafapastil, como es mi caso.

Un gran ejemplo de cómo ha ido evolucionando el público cercano a las series se encuentra en el tremendo éxito de series de televisión como La casa de papel y Chernobyl. Bajo mi punto de vista, estas dos series ejemplifican a la perfección ese rol de “serie de moda” que existe desde hace años, pero que en la actualidad está más vigente que nunca, dado el contexto de presente absoluto en el que vivimos ahora. De hecho, ambas producciones se convirtieron al cabo de poco tiempo en dos productos televisivos de obligado visionado para los seriéfilos, más allá de la calidad que tuviera la propia serie, dada la enorme repercusión que ambas series recibieron tanto en los medios como en las redes sociales.

Por lo que a mí respecta, encuentro un tanto exagerado el gran número de valoraciones positivas que han recibido ambas series. Como si La casa de papel fuera la primera serie de calidad que se hace en nuestro país, o más aún, como si Chernobyl fuese la única serie que merece la pena ver de la HBO. Esta manía entre el público seriéfilo de ver si o si la última novedad en ficción televisiva, solo por no quedar mal entre tus amigos, me hace muchas veces pensar (y lamentar) como una parte de la audiencia seriéfila valora tan poco el impacto y el trabajo de la ficción televisiva, la cual hace años que dejó de tener ese complejo de inferioridad que siempre había tenido hacia el séptimo arte.

Y digo que hace años que las series miran de tú a tú al cine porque los ejemplos son innumerables. Y no, no hace falta tampoco recurrir a Los Soprano, A Dos Metros Bajo Tierra o Mad Men. Me gustaría aprovechar este artículo para hablar de series olvidadas por la crítica y el público, las cuales resultan sumamente desconocidas para el público seriéfilo. Series todas ellas del siglo XXI, rabiosamente actuales y de un nivel de calidad altísimo.

Dos de ellas pertenecen, como no, a la HBO. Una de ellas es The Leftovers, la que podríamos considerar como la versión acortada y mejorada de Lost. Una serie que destila pura emoción y sentimiento desde su primer hasta su último fotograma, y que mezcla lo mejor del surrealismo lynchiano con una profunda carga filosófica y metafísica que deja literalmente flipado al espectador. Por otro lado, y con el sello de la HBO también a su espalda está En terapia, remake americano de una serie israelí protagonizado por un psiquiatra y sus pacientes. Una serie producida y en parte dirigida por Rodrigo García, el hijo de Gabriel García Márquez, el cual también fue uno de los principales responsables de esa maravilla anteriormente citada, que no es otra que A Dos Metros Bajo Tierra.

Otra serie fantasma para el público es Börgen, una serie danesa que representa a la perfección las luces y las sombras de la política y del periodismo político, sin necesidad de recurrir a maniqueísmos y fantasías utópicas, como es el caso de House of Cards. Y por último, es imposible olvidar a Vientos de Agua, la mejor muestra de ficción televisiva que he visto en estos dos últimos años. Una serie de producción hispano-argentina, dirigida por el oscarizado Juan José Campanella en el año 2005, que pasó totalmente desapercibida en su momento por nuestro país, y que (¡oh, sorpresa!) fue maltratada y ninguneada por Telecinco en el momento de su emisión. Una serie que relata con enorme sensibilidad y realismo el drama de la inmigración a través de dos contextos aparentemente muy diferentes, pero que en el fondo guardan multitud de similitudes.

Espero que la breve exposición de estas series sirva para abrir un poco más los ojos al público seriéfilo, y así hacerles ver que las series no existen desde que nació Netflix. Porque si, si hay ficción televisiva de calidad más allá del último tuit.

Actualizado: 14 de marzo de 2022 ,

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