“Para zanjar las dudas, había sobrevenido un 'milagro', macerado desde tiempo atrás: la creación y simultánea financiación de un partido neofranquista español a través del Consejo Nacional de la Resistencia de Irán, brazo político del movimiento armado iraní Muyaidin e Jalq, autor de miles de atentados en el país persa. Tal era uno de tantos favores que algunas organizaciones político-militares han de pagar a Washington como peaje para poder abandonar la lista de organizaciones terroristas confeccionada anualmente por el FBI, policía política y responsable del contraespionaje norteamericano.
El vicario de su primer millón de dólares fue Alex Vidal Quadras (…), primer desertor del PP que alentó la creación de la formación neofranquista desde su cargo en la Unión Europea, donde los Muyaidines y su Consejo Nacional de la Resistencia Iraní contaban con un poderosos lobby de influencia. El primer mecenas de Vox era pues, por entidad interpuesta, una organización política regida con mano de hierro por Massud Radjavi. Dotado de un potente brazo armado –un ejército de varios millares de hombres que tuvo sus cuarteles en el Irak de Saddam Hussein- y, además, iraní de nación, la dote que Radjavi exhibía mostraba ser un tesoro potencial para aquellos que desde Washington acarician, desde hace décadas, la idea nunca descartada de derrocar por la fuerza al régimen de los ayatollahs”.
Me ha parecido necesario recordar el terrorismo iraní que proyecta su sombra sobre el origen de Vox porque alguna autoridad debería sentirse concernida en un asunto de financiación sospechosa reconocida por su principal intermediario, no vaya a ser que terminemos pensando que en la monarquía española no solo el rey es el único desigual, por inviolable, sino que, y con el mismo privilegio, también lo son Abascal y los suyos, aunque la única “ley” que les proteja sea la que proyecta el miedo a un franquismo sociológico que ha decidido pasar a la acción, y que convierte a la ultraderecha española en la más peligrosa de Europa.
Por este motivo, todos aquellos que, por acción, omisión, cálculo o error, han contribuido a que Vox haya conseguido 52 escaños en el Congreso, deberían asumir su responsabilidad y conjurarse entre ellos para bloquear cualquier iniciativa que potencie aún más este riesgo.
Pero, como era de esperar, entre nosotros ocurre todo lo contrario. Dicen muchos que Rivera ha dado un ejemplo dimitiendo porque nadie lo ha hecho nunca en España, supongo que se olvidan de ZP, en esta misma década, o de Rajoy, para no abandonar la derecha. En realidad, lo sorprendente sería que algún político asumiera una autocrítica de verdad, de las que duelen por referirse a alguna decisión personal e intransferible que directamente haya provocado un mal generalmente aceptado, como el avance electoral de Vox.
Eso sí que tendría mérito, pero no ocurrirá.
¿Y qué es lo primero que hacen los responsables de una desgracia colectiva para quitarse el muerto de encima?
Exacto: buscar un culpable. La víctima propiciatoria, tantas veces abusada.
Desde el fracaso, en diciembre de 2018, de la perdedora Susana en Andalucía, que supuso el primer éxito electoral de Vox, la coincidencia fue inmediata entre los opinadores que se autodenominan constitucionalistas: los catalanes, masivamente republicanos, eran los principales culpables, aunque nunca se sabrá si en el siglo XXI serían tan independentistas en caso de que España no fuera la monarquía inviolable que decíamos.
“Yo ahí lo dejo”, que tan de moda se ha puesto.
Y si los políticos de PSOE, PP y Ciudadanos no han insistido demasiado en la misma tesis culpable contra Puigdemont, Junqueras y sus catalanes dictada por esos opinadores es por un solo motivo: la coincidencia de esos tres partidos con la posición que mantiene Vox ante lo de Catalunya es absoluta en lo esencial: la unidad de España está por encima de cualquier libertad individual o colectiva.
Aunque sobre las tácticas y los detalles sobre cómo defender esa “unidad” en cada momento, “…ya tal”. Son matices sobre los que conviene discrepar.
Ahora que unos cuantos millones no dormirán tranquilos, pero porque soñarán con Abascal, toca investigación urgente para determinar el alcance real de la implicación de los independentistas en el “delito” denominado “votar a Vox”.
Como tal “delito” se ha sustanciado en las urnas con la complicidad decisiva del electorado, lo que procede es recorrer las distintas convocatorias electorales en sus respectivos contextos. De algo tenían que servir tantas y tan seguidas elecciones generales.
Contexto número 1. De las generales de 2008 a las de 2011.
El PP había presentado recurso ante el Tribunal Constitucional contra el nuevo Estatut y en 2010 la sentencia le dio la razón y anuló lo que los catalanes habían aprobado en referéndum y la mayoría de los diputados españoles en el Congreso. Lo de Catalunya en ese periodo es un problema de discrepancias entre políticos, no siendo relevante para la sociedad española, aunque sí para la catalana.
Los resultados del franquismo y la ultraderecha en las urnas de 2008 fueron:
Y en las urnas de 2011:
Contexto número 2. Las elecciones del 20D de 2015 y las del 26J de 2016.
Para 2015 ya se habían sucedido varias Diadas masivas en Catalunya, algunas incluso muy creativas, pero siempre pacíficas, reclamando el derecho de autodeterminación. Artur Más no consiguió negociar con Rajoy y convocó y celebró la consulta popular sobre la independencia del 9N de 2014, con colas de miles de votantes que aparecieron en todos los noticieros. No hubo la menor violencia ni intervención de las fuerzas de seguridad, en aquella ocasión no represivas. Por último, entre lo más relevante, en septiembre de 2015 se celebraron elecciones autonómicas en Catalunya y la coalición CiU+ERC, más la CUP poniendo condiciones a posteriori, consiguieron la mayoría parlamentaria y formar un gobierno independentista liderado por Carles Puigdemont, ex alcalde de Girona.
Los resultados del franquismo y la ultraderecha en las urnas de 2015 fueron:
Y en las urnas de 2016:
Contexto número 3. Las elecciones del 28A y del 10N de 2019.
Las Diadas han seguido siendo masivas y pacíficas. La Generalitat, cumpliendo su compromiso electoral, convoca y celebra el referéndum del 1/10/2017 a pesar de la prohibición del TC. Pero esta vez, el gobierno de Rajoy ha enviado miles de policías a Catalunya que han desatado la violencia gubernamental contra dos millones de votantes, consiguiendo unas imágenes que dan la vuelta al mundo. Hay presos políticos y exiliados. Durante el primer semestre de 2019, es decir, atravesando las urnas del 28 de abril, se celebra el juicio contra los líderes independentistas, durante el que destaca el protagonismo del abogado Ortega S. también líder de Vox, a la sazón parte acusadora. Finalmente, menos de un mes antes del 10N se conoce la sentencia, con condenas muy duras que provocan movilizaciones, con escenas de enfrentamientos entre manifestantes y policías y cuatro tuertos más, entre otros heridos.
Los resultados del franquismo y la ultraderecha el 28 de abril fueron:
Y el 10 de noviembre:
Todo son hechos constatables, salvo error u omisión por mi parte, o que la información electoral que ofrece el Ministerio del Interior sea falsa.
Concluyo, y le propongo a usted, que durmamos intranquilos a partir de ahora, pues se ha demostrado que la causa directa e inmediata de los votos movilizados hacia Vox ha sido la violencia institucional desatada por el Estado español en Catalunya, un hecho que solo se produce en el Contexto número 3 y que ya nos advirtieron de su relevancia los resultados de Vox en las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, pues se daban las condiciones principales del último de los tres contextos.
Defiendo que el impulso profundo que ha llevado a millones de españoles a votar a Vox en las dos convocatorias de 2019 ha sido la reacción espontánea que llevaría a casi cualquier persona a salir en defensa de su gobierno, y de su patria, a fin de cuentas, si viera que está siendo agredida por un enemigo que podría derrotarla.
Los dirigentes españoles, comenzando por el rey Felipe VI y continuando por los líderes del PP, del PSOE, de Ciudadanos y de Vox, siendo plenamente conocedores de ese impulso natural de autodefensa colectiva que embarga a una parte importante de la sociedad, y que es digno de alabar cuando no está fundado en una falsedad demasiado evidente, decidieron, con plena conciencia, manipularlo mediante el empleo de la violencia, para ofrecerla como prueba irrebatible del peligro y señalar al “enemigo” común de pueblo y gobierno, en este caso unos catalanes que, como a fin de cuentas quieren romper con España, se les insinúa como potencia extranjera.
Lo de que tengan un DNI español, “…ya tal”.
No obstante la tristeza, para quienes, como amantes de la paz, somos conscientes de que dentro de cualquier derecha “española y mucho española” se oculta siempre un peligro permanente de violencia, incluida la guerra civil contra el propio pueblo español y por mucha Europa que nos rodee, el análisis de las seis últimas convocatorias electorales nos deja dos noticias esperanzadoras:
La primera es que los porcentajes acumulados de votos conseguidos por las candidaturas de derechas contrarias al independentismo catalán han sido los siguientes:
Candidatura/s | 2008 | 2011 | 2015 | 2016 | 2019-A | 2019-N |
PP+Cs+UPyD+Vox* | 41% | 49% | 44% | 46% | 43% | 42% |
*Según las candidaturas que hayan concurrido en cada convocatoria.
Lo que significa que el apoyo social a esa derecha se ha estancado y dividido, aunque en parte se haya radicalizado.
La segunda noticia esperanzadora es que el PSOE ha sufrido una crisis interna muy importante, de la que se ha recuperado con Sánchez, pero perdiendo 16 puntos de confianza electoral en los mismos once años considerados. A esa debilidad se suma la existencia, que aguanta, de la alternativa Unidas Podemos a su izquierda, lo que podría provocar que, si Felipe González y los barones volvieran juntos a las andadas para “matar” al mismo secretario general por segunda vez, la recuperación de la socialdemocracia española se torne imposible.
Pero ya lo hemos dicho antes, cualquier precio a pagar es nada si se consigue que cada milímetro de la sacrosanta unidad de España que haya que perder solo suceda tras el sacrificio de muchas vidas.