Os he observado, como tanta gente, desde que nacisteis, y casi me da vergüenza recordaros unos números que para vuestros respectivos proyectos políticos dibujan la frontera entre la vida o ser un recuerdo.
Resulta que, sumando los resultados de las tres últimas elecciones generales, 60.984 votantes del PP y el PSOE han valido el mismo número de escaños en el Congreso que 82.687 votantes de UP y Cs. Con datos del Ministerio del Interior.
Dicho de otra forma, vuestras candidaturas han necesitado más de cuatro votantes para conseguir el mismo poder parlamentario que 3 votantes de cualquiera de las dos medias naranjas del bipartidismo.
Y, al menos yo, para lo que acudo a las urnas es para que mi voto llegue al Parlamento con la misma fuerza que el de cualquier otro votante, tal como obliga el artículo 14 de la Constitución y no cumple la Ley Electoral.
Me consta que sabéis que la LOREG es la responsable de la injusticia que sufren vuestros votantes en las urnas, que se consuma en las noches de recuento y que no puede impugnarse ante ningún tribunal. Pero quizás habéis podido resolverla y no habéis querido.
Y también sabéis que el próximo 10 de noviembre es probable que hasta necesitéis más, quizás cinco votos, para conseguir lo mismo que los de Sánchez y Casado lograrán con tres.
Pero lo que no puedo soportar es que tú, Albert, hayas firmado acuerdos de investidura con PSOE y PP y no hayas puesto la condición de que se reformara la Ley Electoral en los primeros meses del nuevo gobierno.
Y tampoco puedo aceptar que tú, Pablo, hayas estado cerca de investir a Sánchez y no hayas le puesto como condición indeclinable y urgente una normativa electoral que respetara el artículo 14 de la Constitución.
Es por lo que decía que no habéis querido resolver la injusticia. Solo me dan ganas de insultaros, porque quien sabe si con el fracaso de la última investidura habéis perdido la última oportunidad de sobrevivir en el imprevisible mundo de la política en tiempos revueltos.
Y no me contéis el rollo de que los problemas importantes son otros. Que si la sanidad, la educación, las pensiones, la ley mordaza, la reforma laboral y un montón más. Lo sé de sobra, lo sabemos todos.
Pero también sabemos que, pongan lo que pongan los programas electorales, al día siguiente de las urnas son papel mojado por dos motivos: el primero, porque ningún partido conseguirá la mayoría suficiente para aplicarlo y habrá que hacer concesiones para gobernar. Y el segundo, porque ocurrirán cosas inevitables que obligarán a modificarlo.
Pero, mira por donde, el que resulta ser uno de los pocos cambios que solo dependen de vosotros, los políticos, el que se refiere a las normas que rigen las elecciones, es el que no queréis poner sobre la mesa de negociaciones. Incluso aunque os cueste el futuro de vuestros proyectos.
Y no estoy diciendo que lo pongáis en los programas electorales.
Tal como están las cosas, mucho me gustaría escuchar de alguno de vosotros dos que, si conseguís los votos suficientes para condicionar la próxima investidura, exigiréis no solo que se modifique la ley electoral, sino también que las propuestas de los diferentes partidos sobre esa reforma se someterán a referéndum, donde entre todos decidiremos lo que más nos convenga.
Son demasiados CIS confirmando que los políticos sois el segundo problema en España. Eso significa que no nos fiamos y, además, os digo una cosa, lo hacemos por vuestro bien, porque como Casado y Sánchez se pongan de acuerdo en reformar la LOREG con su mayoría, y/o el artículo 99 de la Constitución, no van a dejar de vosotros ni los huesos.
Y tampoco me vengas, Pablo, con que eres de izquierdas, y tú, Albert, con que eres de derechas. Nosotros también somos, y seguiremos siendo, de izquierdas o de derechas, pero en 1970 Carrillo puso en la portada del "Mundo Obrero" que se aliaría hasta con el diablo si le ayudaba a conseguir la democracia en España.
Ahora, el bipartidismo amenaza con volver y vuestros errores, Pablo y Albert, son los que nos han colocado a todos ante el panorama autoritario que eso significaría.
Nunca pensé que aquel café en Nou Barris con Jordi Evole, en el ya lejano otoño de 2015, llevara tanto veneno dentro.
Ya veo que vosotros tampoco, y también que ninguno de los dos quiere ser el primero en probar ese antídoto de humildad que es tan necesario para que nosotros sigamos teniendo algo que nos pueda ilusionar ante las urnas.