En esos intensos días se vivieron momentos muy emotivos en que la ayuda en forma de material de limpieza, muebles, enseres domésticos, ropa o donativos económicos no dejaba de llegar al epicentro de la desgracia. Además, fueron miles los mallorquines voluntarios que se acercaron a limpiar calles y casas particulares de Sant Llorenç y otros núcleos afectados.
El dolor era compartido. La torrentada se llevó un trozo del corazón de cada uno de los mallorquines. A medida que pasaban los días se iban conociendo detalles de personas particulares que, de uno u otro modo, protagonizaron acciones que podrían calificarse de heroicas.
Es el caso de Miquel Galmés y Miquel Montoro, dos llorencins que no dudaron en atarse y lanzarse al torrente al escuchar gritos de socorro en un vehículo de una familia holandesa atrapada por el agua. Montoro y Galmés fueron condecorados posteriormente por Felipe VI al ser considerados como un ejemplo para la sociedad civil.
“Hicimos lo que mucha gente habría hecho en esa situación. Héroes hay muchos en Sant Llorenç” manifestó Miquel Montoro, y con razón. Ellos son el rostro de los centenares de llorencins, artaners,serverins, carrioners, silloters y gabellins que la tarde del 9 de octubre hicieron de tripas corazón y, posiblemente sin saberlo, salvaron muchas vidas.
Otro de los rostros más conocidos en la tragedia, es el de Daniel Thielk, el ciclista alemán que salvó a la pequeña Úrsula de sufrir el mismo infortunio que su madre Joana, y su hermano Arthur. Daniel, natural de Brandemburgo, se había refugiado en una pequeña caseta cuando escuchó a Úrsula pedir ayuda. La sacó del agua y juntos pasaron las horas, mojados y agotados en la caseta.
Cuando el temporal escampó, Daniel Thielk entregó a Úrsula a Protección Civil y prosiguió su camino. La familia Robinson Lliteras le buscó incansablemente. Querían agradecerle su gesto. Gracias a él Úrsula seguía viva. Fomento del Turismo otorgó una medalla a Daniel Thielk por su heroico gesto. Daniel tampoco se siente un héroe. "Lo que hice es algo normal" repite. Y ahí es donde reside la grandeza de aquellos que no actúan movidos por ningún interés. Es, la grandeza del corazón.
El 9 de octubre de 2018 el torrente de Ses Planes se convirtió en una trampa mortal. El despliegue de medios de Guardia Civil, UME y Salvamento Marítimo rastreando el cauce, incansables, jornada tras jornada fue la materialización de la entrega de estos profesionales ante una desgracia de la magnitud de la del Llevant. Tras ellos, Protección Civil, Policía Local, Policía Nacional, bomberos, bomberos forestales, sanitarios… Nadie decepcionó.
La imagen del tenista Rafel Nadal achicando agua como uno más en un taller de Sant Llorenç dio la vuelta al mundo. Nadal, de forma involuntaria representó a los miles de voluntarios que día tras día se acercaron al Llevant para ayudar a los vecinos a volver a la normalidad. Además, el tenista, en un generoso gesto, donó un millón de euros para los afectados por las inundaciones. Una cantidad que se sumó a los donativos llegados de todo el país de personas anónimas, empresas y organizaciones.
Otro de los héroes para algunos fue Óscar Tarela, el joven de Santanyí que acudió como voluntario y que ofreció su escobón a Felipe VI en la visita que este realizó a la zona afectada. Pese a que algunos interpretaron el gesto de Tarela como una búsqueda de protagonismo, otros muchos aplaudieron su espontaneidad y lamentaron el postureo que, en su opinión, algunas autoridades y representantes políticos hicieron.
Podríamos seguir este reportaje recordando la generosidad de cadenas hoteleras que ofrecieron habitaciones a los afectados, de los municipios vecinos que abrieron sus polideportivos para albergar a militares y afectados, a tantas y tantas personas que sintieron el Llevant más cerca que nunca…
Sin duda, el dolor y la angustia fueron la cruz en la moneda, pero la solidaridad y el cariño entre unos y otros fueron la cara.