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“Estoy hasta los cojones de todos nosotros”

Señores políticos de este país, España:

Antes de nada, permítannos hacer un poco de historia. Desgraciadamente y con demasiada frecuencia, olvidamos nuestras crónicas recientes, las contemporáneas. Obviamos también que los acontecimientos históricos suelen ser cíclicos, o sea, que se repiten.

Haremos aquí un pequeño inciso: ¿Conocen ustedes una de las principales leyes del universo, o de la vida misma? Aquella que explica que las personas seremos expuestas a hechos y acontecimientos tantas veces como sea necesario hasta que aprendamos la lección que nos corresponde.

¿Cuántas veces han oído a alguien quejarse de “siempre me pasa a mí”, “siempre me pasa lo mismo” o “siempre igual”? A estas personas se les repiten los patrones porque no han sido, aún, capaces de tomar conciencia y asumir el aprendizaje que la vida, el universo, Dios o Buda (llámenlo como quieran o crean) les tiene preparado.

Ahora sí, recordemos la célebre sentencia de Estanislao Figueres, presidente de la I República española. “Estoy hasta los cojones de todos nosotros”.

A menos de dos décadas para entrar en el siglo XX, Europa progresaba a muy buen ritmo. La industrialización y la implantación de regímenes democráticos, entre otros avances destacables en aquel momento, hacían presagiar que era indispensable y necesario subir a la locomotora europea para disfrutar de la misma prosperidad que nuestros convecinos.

España sufría el final del reinado de Isabel II y la renuncia al trono de Amadeo de Saboya, tras dos años de reinado. La inestabilidad política era más que evidente. El país entero era un fracaso. En contraposición, Europa crecía exuberante y llena de oportunidades para todos.

Se gestó entonces la I República en España. Era el paso previo indispensable para poder coger el tren europeo de la prosperidad económica, social y política.

Menos de dos años duró el intento de un nuevo régimen político en España. Y su fracaso fue estrepitoso. No porque no estuviese bien planteado, si no porque sus protagonistas no eran capaces de ponerse de acuerdo. Cuatro presidentes en los primeros once meses. La misma inestabilidad que hubo durante el reinado de la borbona Isabel II y de Amadeo de Saboya se repetía por la hipocresía personal de algunos (o de muchos).

Constitucionalistas, federalistas, conservadores, republicanos intransigentes, centristas, moderados… Cada cual predicaba a su conveniencia y nadie cedió. El egoísmo y la hipocresía  pudo con la I República y España quedó, de nuevo, ancorada en el pasado mientras Europa avanzaba a pasos agigantados hacia el progreso.

Lo tenían todo para conseguirlo todo. Lo tenían todo para crecer, pero los individualismos, la egolatría, los personalismos, las ansias de protagonismo e incluso el narcisismo acabaron de golpe con la oportunidad.

¿Les suenan de algo Rivera, Casado, Sánchez e Iglesias? La historia se repite. Y se seguirá repitiendo mientras no superemos/superen algunos complejos ya crónicos.

Y entonces, al ver que no eran capaces de ponerse de acuerdo y hasta las narices de contemplar, e incluso protagonizar debates estériles, el primer presidente de la I República, Estanislao Figueres, en Consejo de Ministros gritó: “Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!”.

Si bien es cierto que los ciudadanos hace mucho que nos resignamos, y posiblemente por ese motivo seguimos sin aprender la lección que el universo nos tiene preparada como comunidad, la culpa no es del país. La culpa es de ustedes, de la clase política, que no aprenden la lección que nos corresponde como pueblo ni la que les corresponde a cada uno de ustedes como individuos y como representantes del pueblo soberano.

La historia se repite, y no precisamente en positivo. Recuerden lo que dijo Alexander Huxley, filósofo, “la realidad no es lo que nos ocurre sino lo que hacemos con lo que nos ocurre”.

Señores de la clase política española:

Utilicen la experiencia de la sociedad en la que viven para aprender y evitar repetir errores nefastos que nos frenan como país.

Eviten caer, de nuevo, en personalismos que impidieron la progresión económica, social y política del país.

Huyan de ser los más guapos de la clase y gástense algo más de sentido de estado. Estén a la altura.

Dense cuenta, señores, que ¡estamos hasta los cojones de todos ustedes!

Actualizado: 14 de marzo de 2022 , , , , , , , , , ,

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