Según han explicado en rueda de prensa este jueves, dicho material arqueológico recuperado de la embarcación se está tratando para que pueda formar parte en un futuro del fondo del Museo de Mallorca.
La prioridad del Consell ha sido proteger el pecio y recuperar el material para asegurar su conservación. Para ello, se planificó una excavación de urgencia para documentar y recuperar los restos y se contrató la asistencia técnica de un equipo de arqueólogos en esta especialidad.
Busquets ha explicado, que mediante la intervención arqueológica, se documentado la embarcación, resultando ser de mediados de la segunda mitad del siglo III dC y que partió de algún puerto del sur de la península Ibérica en dirección, muy probablemente, Roma.
La nave romana transportaba un cargamento bastante heterogéneo de productos como, por ejemplo, aceite, vino y salsas de pez, la procedencia de los cuales también era diversa.
Por su parte, la directora insular de Patrimonio, Kika Coll, ha dicho que "el estado de conservación excelente de los restos arqueológicos señala que no fue un naufragio violento provocado por fuerte un temporal".
En este sentido, las primeras hipótesis apuntan que se produjo una vía de agua al buque o, incluso, que un golpe de mar por encima la cubierta que provocó el hundimiento de la nave.
Según ha añadido Coll, los ánforas oleícolas (Dressel 20) tienen origen bético, los ánforas del sur de Lusitania (Almagro 51C) podrían contener salsas de pez.
A pesar de que la mayoría de estas piezas están selladas y muy conservadas, el personal investigador ha llegado a esta conclusión porque se han encontrado restos de la misma casta de ánforas que tenían restos de espinas.
El cargamento de la nave se completó con conjunto de ánforas béticas (Gauloise 4) procedentes del sur de la península Ibérica. Tradicionalmente, se ha considerado que estos contenedores estaban asociados al transporte de vino.