Desde las atalayas de poder que ahora ocupan, han colocado en puestos institucionales de alta y sensible responsabilidad a personas absolutamente ajenas a nuestras islas.
Usted, señor Yllanes –vicepresidente del Govern y conseller de Transición Energética y Sectores Productivos– se ha traído desde el ubérrimo País Vasco al señor Aitor Urresti González para sentarlo en el sillón que le corresponde al director general de Energía y Cambio Climático.
Y usted, señora De la Concha –consellera de Agricultura, Pesca y Alimentación– le ha abierto la puerta de la dirección de su gabinete al señor Fernando Fernández Such, que nos ha llegado ahora mismo desde los ocres páramos de Castilla-León, y de la rimbombante dirección general de Políticas para la Soberanía Alimentaria a la señora Paula Valero Sáez, que ha dejado atrás hace pocos días las verdes praderas de su Asturias querida.
Asimismo, y en el ámbito del reparto de cargos que define inexcusablemente todo pacto de gobierno entre partidos distintos y distantes, ustedes –los morados de Podemos– también ha aposentado sus reales en la dirección general de Consumo de la Conselleria de Salut el señor Félix Alonso Cantorné, sobre el cual –aunque la página web oficial de Transparencia del Govern balear no incluya aún su currículum– otras fuentes de Internet nos indican que ha ejercido hasta hace unos segundos toda su carrera en escenarios políticos ciertamente ajenos a nuestra comunidad. Más en concreto, en Cataluña.
Y, además de todos estos nombramientos en puestos de destacada presencia, también hay que contabilizar muchos otros en ámbitos menos expuestos de las administraciones públicas y de los órganos de gestión del Govern balear, del Consell de Mallorca y del Ajuntament de Palma.
Señor Yllanes y señora De la Concha:
Las Illes Balears son, sin ningún género de duda, tierra de acogida. Históricamente se han sumado a la ciudadanía insular miles y miles de personas nacidas y criadas en otros entornos, tanto españoles como del resto del mundo. Nadie podrá decirle nunca a un balear que haya cerrado la puerta de su hogar –de su pequeño, frágil y limitado archipiélago– a ninguna persona llegada desde allende nuestro Mar Mediterráneo. Abrimos los brazos en toda la amplitud que nos permite el cuerpo a todos aquellos que vienen para trabajar, vivir, criar a sus hijos y disfrutar con nosotros de nuestro entorno y colaborar, también con nosotros, del progreso que esta tierra y sus gentes se merecen.
De hecho, las estadísticas así lo reflejan: más de la mitad de los habitantes actuales de las Illes Balears han nacido fuera de nuestra comunidad, el 25% de los residentes permanentes en Palma son extranjeros y desde el año 2000 la población censada en las islas ha crecido en un 33,5%. Un crecimiento este no provocado por los nacimientos sino por la arribada de personas que en sus puntos de origen no han encontrado las oportunidades que aquí les regala nuestra sociedad plural y abierta. Y a todos ellos les hemos dado la bienvenida y acogido sin valorar el idioma que hablan, el color de su piel o sus creencias. Aunque ese alud humano haya provocado desajustes en los servicios públicos, las infraestructuras y evidentes incomodidades en un territorio finito y escaso como es el balear.
Usted, señor Juan Pedro Yllanes –madrileño de nacimiento y sevillano de adopción–, y usted, señora María Asunción Jacoba Pía de la Concha García-Mauriño –asturiana de Gijón– son dos ejemplos claros y diáfanos de lo que acabamos de exponer. Llegaron y son, ya, parte de nosotros mismos. Y se lo decimos con una sonrisa en el rostro.
Por tanto, no confundamos los términos y alejémonos de cualquier veleidad espurea de pretender tildar nuestro razonamiento de racista o de estar impregnado del mínimo atisbo de supremacismo insular. No estamos despreciando a nadie cualificándolo de forastero ni exigimos tampoco la exhibición de ocho apellidos baleares. No.
Lo que no es de recibo es colocarnos en poltronas de designación digital política a personas que, sin discutir sus capacidades técnicas y profesionales, desconocen absolutamente todo de nuestra propia realidad. A estos cargos se les llama paracaidistas. Caen desde el cielo sin haber pisado nunca nuestra tierra. Quizás, como máximo, de vacaciones.
Esta práctica que ustedes, los morados, acaban de implantar en Baleares –otorgar puestos de alta responsabilidad institucional a paracaidistas sin ningún conocimiento ni de la tierra ni del paisanaje– la utilizan también las grandes multinacionales y los trusts empresariales deshumanizados. Es una práctica propia de aquellos conglomerados que valoran a las personas solo como números, que llegan aerotransportados y desembarcan arrasando con todo lo que encuentran, fagocitan los máximos beneficios económicos posibles desentendiéndose de los naturales anhelos locales y, después de haber sumado miles de millones de beneficios en cuentas bancarias opacas ubicadas en paraísos fiscales, se retiran dejando simplemente la tierra quemada.
¡Qué paradoja! Los revolucionarios de Podemos imitando a las multinacionales. Cosas veredes, amigo Sancho.
Por cierto y para acabar. Alegan ustedes, señor Yllanes y señora De la Concha, que las personas colocadas en las poltronas de sus consellerias son de una máxima calidad técnica y profesional. ¿Acaso las que residen entre nosotros no alcanzan sus parámetros de exigencia morada? ¿Nuestros profesores y doctores de la Universitat de les Illes Balears, nuestros empresarios y emprendedores, nuestros técnicos, nuestros trabajadores y nuestros directivos y gestores de nuestras empresas, instituciones y fundaciones privadas no merecen de ustedes la consideración necesaria para ser nominados como directores generales? A sensu contrario, ¿el resto de los directores generales del Govern de les Illes Balears y del Consell de Mallorca nacidos y/o residentes en las Illes Balears no alcanzan su grado de excelencia podemita? Porque, ustedes mismos lo reconocerán, no es normal que en algunas consellerias –las suyas– haya habido que ir a buscar directores generales fuera de Baleares y en todas las demás consellerias se haya nombrado sin ningún problema ni dificultad a personas de nuestro propio entorno social.
Sinceramente, la realidad de todo esto es que tanto el señor Aitor Urresti González, como el señor Fernando Fernández Such, la señora Paula Valero Sáez y el señor Félix Alonso Cantoné han acabado sus respectivas carreras políticas en sus respectivas comunidades autónomas de origen y había que colocarlos como fuera en algún sitio.
Aitor Aurresti intentó ser lehendakari vasco representado al partido Equo y fracasó. El señor Fernando Fernández ha sido despedido de su asesoría en el Congreso de los Diputados cuando su partido perdió escaños y fondos públicos después de su último fracaso electoral estatal, en el cual se precipitaron desde 71 escaños a solamente 42. La señora Paula Valero no resultó reelegida en los últimos comicios autonómicos para repetir en su escaño parlamentario de la Junta General del Principado de Asturias. Y, finalmente, el señor Félix Alonso ha sido desalojado, consecutivamente, de la alcaldía tarraconense de Altafulla, del Consejo Asesor de la Corporación Catalana de Radio y Televisión, de la dirección general de Relaciones Institucionales de la Generalitat de Catalunya y, finalmente, de un escaño en el Parlament autonómico catalán. Todos ellos han perdido sus puestos políticos anteriores. Puestos políticos conseguidos bajo el paraguas de Podemos y de sus confluencias políticas. Todos.
Y, qué casualidad, todos ellos, en cuanto se quedan sin acomodo en sus territorios de origen, son acogidos por ustedes, los podemitas de Baleares. Blanco y en botella…
Señor Yllanes y señora De la Concha: ahora que Podemos, coloquemos a los nuestros.