Susana Hernández, colaboradora y guionista, escenifica desde la ficción la nueva realidad que vive Cladera desde su cargo de presidenta mallorquina.
La presidenta del Consell de Mallorca, Catalina Cladera, se siente sumamente abrumada. Por ello, ha decidido acudir en busca de apoyo en su buena amiga y consejera, la presidenta del Govern, Francina Armengol.
Ambas se encuentran en el despacho de Francina en el Consolat de Mar, donde esta le ofrece a Catalina un café.
CATALINA:
(Rechazándolo)
No, gracias.
FRANCINA:
(Sorprendida, pero bromeando con la situación)
¿Catalina Cladera rechazando un café? ¡¿Quién eres y qué has hecho con mi amiga?!
CATALINA:
(Cabizbaja)
Pues puede que me la haya comido…
FRANCINA:
(Confusa)
¿Qué?
CATALINA:
Ay, Francina, es de lo que venía a hablarte. ¡He engordado cinco kilos este verano!
FRANCINA:
Caray… bueno, ¿y qué? ¡Estás estupenda! Anda, que estabas muy delgada, eso es que te han sentado bien las vacaciones.
CATALINA:
¿¿¿Pero qué vacaciones??? ¡Si he engordado tanto es porque no dejan de invitarme a cosas! Verbena por aquí, verbena por allá, acto por aquí, acto por allá… pambolis, paellas, porcelles, variats… ensaimadas, cuartos, gelats bomba… ¡yo ya no puedo más!
FRANCINA:
Bueno, pero que vayas a estos actos no quiere decir que tengas que comer en todos ellos…
CATALINA:
¡Pero es que me lo piden! Si yo también lo entiendo; en su mayoría son pueblos pequeños, les hace ilusión que vaya… por eso no les puedo decir que no. Igual que no le puedo decir que no al pagès que me ofrece un bocadillo de sobrasada o a la anciana que me ha preparado un pastel de higos…
FRANCINA:
No sé qué decirte, Catalina…
CATALINA
(Suspira)
Si lo sé, no hay mucho que tú puedas hacer…
(Tras una pausa)
Echo de menos ser consellera de Hacienda y Función Pública, ¿sabes? Los viajes a Madrid, codearme con la alta cuna política… he pasado de tener reuniones con el presidente a asistir a actos de pueblos y llogarets. Y bueno, por no hablar del tiempo que requiere. Antes era una reunión a la semana, dos a lo sumo… ¡y ahora he llegado a tener hasta cuatro actos en un día! Todos quieren algo de mí, Francina, y yo no puedo más, ¡no puedo más!
FRANCINA:
(Actuando como lo haría una psicóloga)
Si yo te entiendo, Catalina, no sabes cuánto, pero creo que deberías ver esto como… ¿una etapa, tal vez? Piensa que, ahora, la política de Baleares está totalmente en nuestras manos. ¿Sabes la de puertas que eso te abrirá en un futuro? Míralo como si fuera… ¡una escalada! Ahora estás en el lado de la montaña más abrupto, con todos esos actos y comidas; pero, si sigues ascendiendo, eso dará pie a una colina… llana, tranquila… con pocas reuniones y mucho poder.
CATALINA:
(Esperanzada)
¿De veras lo crees?
FRANCINA:
(Intentando animarla)
¡Por supuesto! Yo eso ya lo he vivido. Y, hasta entonces, trata de ser positiva, ¡cualquiera pagaría por tener la vida que tú tienes! Tanta fiesta, tanta fiesta… ¡solo tienes que aprender a relajarte!
CATALINA:
Y cómo quieres que me relaje, si llego a casa super tarde y cada mañana es otra vez vuelta a empezar…
FRANCINA:
(Suspira, entendiendo que de nada sirve tratar de razonar con ella)
Mira, personalmente creo que estás haciendo una montaña de un grano de arena, ¿pero por qué no pruebas a comentarle todo esto a nuestra psicóloga? Seguro que puede ayudarte o, por lo menos, así te desahogas.
CATALINA:
(Apurada)
Pues… verás…
FRANCINA:
¡¿Qué ha pasado?!
CATALINA:
Pues que sigo teniendo esos sueños tan raros con Hila que me amargan todo el verano, eso ha pasado. Llevo semanas yendo a la consulta de la psicóloga sin parar, ¡casi a diario! Y creo que ya se ha hartado. Imagínate, ¡si la última vez ni me abrió la puerta! Quería que creyera que no estaba, ¡pero yo la oía respirar, Francina, la oía perfectamente!
FRANCINA:
(Extenuada)
Ay, Catalina…