Ayer salí del cine con la sensación de que “Yesterday” era, sobre todo, el resultado de un acuerdo comercial entre Boyle (Slumdog MIllionaire y otros doce largometrajes más nueve para TV) o Curtis, el guionista, o ambos en comandita, con los propietarios de los derechos de The Beatles y con la también mercantil Coca Cola. Los intereses creados son demasiado evidentes a lo largo del metraje.
Pero por si esa sensación solo fuera una nueva desconfianza hacia lo que aparece en cualquier pantalla de cualquier tamaño, decidí leer los resúmenes de las 35 críticas que figuran en Film Affinity. Únicamente G. Macnab, de The Independent, insinúa lo del negocio, y solo en parte.
Por tanto, no me haga usted mucho caso. A no ser que la crítica de por descontados esa clase de negocios, unos contratos publicitarios que, si existieran, deberían aparecer en los créditos.
Como, en cualquier caso, los críticos de cine están divididos en cuanto a la calidad de “Yesterday”, me pregunto si los que dicen que “le falta algo” para ser una buena película podrían encontrar la respuesta en la vieja sabiduría, esa que afirma que “quien paga manda”.
Una vez realizada la inevitable publicidad gratuita de multinacionales que se cuelan por todas partes, y con la conciencia tranquila por no haber hecho más spoiler del que se incluye en la sinopsis oficial, regresaremos a la realidad, esa que se puede tocar… y hasta comer.
Para compensar, la otra mitad de esto solo podía versar sobre negocios pequeños y de los nuestros, esos con los que nos tropezamos sin buscarlos, por ejemplo, comiendo un tomate imprevisto y con sabor a tomate, para preguntar acto seguido “¿dónde?”, o sea, a casi noventa pasos desde la columna más cercana a las Avenidas de Palma, de las dos que sostienen el edificio de los juzgados de Sa Gerrería en la puerta principal. Los pasos, más o menos mitad y mitad, primero en dirección Este y después hacia el Norte, aunque, como se trata de calles, cada una mira donde quiere. Todo este rollo para no decir el nombre del establecimiento, porque parecería publicidad al descubierto. Como otras por las que hasta pagamos en lugar de cobrar.
Salvo para comprar pan y pastelería, pongamos cremadillos, todo lo demás hay que reservarlo por anticipado. Por ejemplo, comer en familia y como en casa, o mejor, y no solo tomates.
Por mucho que les obligara el guion, si en “Yesterday” hubieran necesitado una panadería y hubiera sido esta, estoy seguro que sus habitantes no se habrían olvidado jamás de los cuatro de Liverpool y sus canciones. Todo son maneras de resistirse a perder las raíces.