Observen la colosal dimensión de los retos que tenemos por delante en Baleares: en primer lugar, formar a nuestros jóvenes para una sociedad cada vez más exigente. Ningún país ha sido jamás capaz de progresar sin una formación educativa de calidad. Esa es la obsesión de los que avanzan, de los que usamos como referencia, de los que crecen. Sin embargo, de esto no se habla, pese a que Baleares tiene el peor sistema educativo de España que, a su vez, está a la cola en Europa.
En segundo lugar, avanzamos hacia una situación crítica en materia de medio ambiente, por el exceso de contaminación, por la destrucción del entorno, por el crecimiento demográfico desordenado, etcétera. Su muestra más dolorosa son los atascos permanentes en los accesos a Palma, que no por ser lo más visibles es lo único. Ante ello, algunos partidos políticos, sobre todo de izquierdas, presentan algunas ideas completamente insuficientes para supuestamente abordar un problema de grandes dimensiones. Pura decoración. ¿De qué sirve prohibir el coche diésel desde 2025, si en estos cuatro años no se ha puesto en servicio ni un autobús nuevo? ¿De qué sirve prohibir las bolsas de basura de plástico, si todos los productos que se venden vienen envueltos ya en plástico? ¿De qué sirven las campañas para ahorrar agua, si nadie jamás se ha planteado reducir las pérdidas escandalosas que tiene la red pública de suministro de agua? Sólo con medidas cosméticas no haremos nada.
En tercer lugar, ningún partido hace ni siquiera la menor insinuación respecto del cáncer que supone un sector público sobredimensionado, incompetente e ineficaz, basado en un diseño del siglo XIX, que nos devora económicamente. Baleares no paga demasiados impuestos sino que no recibe prácticamente nada a cambio. Baste ir a cualquier oficina pública para comprobar la dimensión del desastre. La estructura del Estado, además, presenta obvias disfunciones ante las cuales sólo se plantean visiones maniqueas, difícilmente aplicables.
En cuarto lugar, nuestras empresas deberían ser competitivas, lo cual exige de verdad una modernización de las estructuras. Lo más lejos que han llegado a proponer los partidos políticos baleares ha sido un plan de reindustrialización, propio de otros tiempos cuando la industria era el futuro.
En quinto lugar, nuestro sistema de pensiones está al borde de la catástrofe, ante lo cual la única respuesta de nuestros políticos es mirar para otro lado o adoptar medidas demagógicas que sólo agravan los riesgos.
Sexto, la deuda pública española y autonómica son desmedidas y hoy sólo se pueden sostener porque el tipo de interés está a niveles muy bajos. Sin embargo, nadie habla de esto y nos limitamos a ser simples espectadores de este desastre.
No es fácil encontrar hoy entre la oferta que nos presentan los partidos soluciones a estos asuntos. Incluso, en muchos casos, no es fácil que los políticos reconozcan la existencia de estos problemas, evidentes para un ciudadano normal.
Por ello, aunque parezca imposible, es muy importante que los ciudadanos nos informemos de qué nos ofrecen los candidatos, que entendamos qué es sustancia y qué es anécdota, y votemos con sentido de la responsabilidad para sacar a Baleares del estancamiento en el que se encuentra y para que, en contra de lo que pronostican los expertos, el futuro sea mejor que el pasado para que, como ha venido ocurriendo en las últimas décadas, nuestros hijos vivan mejor que nosotros. Votar con sentido de la responsabilidad es fundamental si queremos un día iniciar una senda de reconstrucción de un sistema que hace aguas por todos lados.