Hay que admitir que Pedro Sánchez, el presidente del Gobierno, es un personaje apasionante. Es obvio que no es un líder político tradicional, con una ideología clara e identificable, capaz de arrastrar a la gente mediante la persuasión, mediante el convencimiento. No. Sánchez no tiene ideas atractivas, no tiene principios a los que se adhiera, no marca el camino, no nos dice por dónde debemos ir. Es cierto que en estos últimos días de campaña más o menos representó un papel que a algunos les puede parecer coherente, pero todos recordamos que poco antes había defendido posturas que en algunos casos eran radicalmente opuestas. Su flexibilidad ideológica, por decirlo de alguna manera, es tal que en cuatro años Sánchez puede haber terminado por defender todo el espectro de ideas políticas existentes. Sin ir muy lejos, lo recuerdo en Barcelona en un mitin bajo una enorme bandera española, como si fuera el mismísimo Abascal. De Quim Torra hizo probablemente la crítica más contundente y ácida que se haya hecho en Madrid. Nada de eso, sin embargo, le impide proponer un mediador internacional para unas hipotéticas negociaciones con Cataluña. Como si nada.

Sánchez no tiene ideas atractivas, no tiene principios a los que se adhiera, no marca el camino, no nos dice por dónde debemos ir

Sobre todas las cosas, lo que caracteriza a Sánchez es ser un superviviente, de aquellos que pasada la tempestad siempre vuelven a flotar. Eso, naturalmente, le convierte en un personaje particular, adecuado para la España de hoy, ahogada en una insoportable mediocridad y con un electorado desnortado. Ahí, Sánchez puede apabullarnos porque, sobre todo, es un hombre imprevisible, de cuyo ayer no podemos inferir su mañana, de cuyas palabras no se derivan sus actos, de cuya historia no podemos construir su futuro. Es la antítesis de un Zapatero que hasta se creía las bobadas que decía. No, Sánchez usa las ideas y las tira, no se las cree; simplemente son instrumentos para sobrevivir. Su cintura es tan flexible que lidia con lo que le echen y queda bien, sale airoso.

Sánchez no es de izquierdas, ni de derechas, ni social, ni autonomista, ni españolista, sino lo que haga falta, lo que sea necesario, lo que le convenga en cada momento. Es lo que Rivera y Casado pretenderían ser de verdad tuvieran auténtico instinto político. Es lo que Iglesias jamás podrá ser porque tiene ideas. Desde que está en Moncloa, Sánchez ha demostrado ser capaz de hacer exactamente lo contrario de lo que había venido defendiendo como jefe de la oposición: sea en la venta de armas a Arabia, sea en su actitud ante Cataluña o particularmente con su presidente Torra, sea en la financiación autonómica, sea en su política interna en el partido, sea sobre el presupuesto aprobado por Rajoy antes de caer, sea sobre cuestiones de política diaria. Y, sobre todo, en sus alianzas políticas. Con su inconmensurable claridad, Carmen Calvo ha explicado este fenómeno: lo que decía el ciudadano Sánchez no tiene por qué coincidir con lo que hace el presidente Sánchez.

Sánchez no es de izquierdas, ni de derechas, ni social, ni autonomista, ni españolista, sino lo que haga falta, lo que sea necesario, lo que le convenga en cada momento

Estos días postelectorales Pablo Iglesias empieza a descubrir que Sánchez no quiere verlo en el Consejo de Ministros. No, ahora parece que el presidente no quiere ir con Podemos ni a la esquina, tras una campaña en la que usaba a Iglesias como su muleta. La ingenuidad de Pablo volverá a ser triturada por la falta de escrúpulos de Pedro. Si te he visto no me acuerdo.

Ahora, el nuevo gobierno debe ser para cuatro años, ahora habrá que presentar resultados en Europa, ahora habrá que convivir en paz con los poderes financieros, ahora habrá que atender al centro social y, por lo tanto, yo creo que veremos un Sánchez nuevo. Porque lo que le conviene ahora no es lo mismo que le convino para hacer caer a Rajoy, ni lo que convino para ganar estas elecciones.

Cuando en la noche electoral los militantes socialistas clamaban en la sede de Ferraz contra Ciudadanos, Sánchez no los secundó. Cuando Podemos está esperando el abrazo de Sánchez, este contesta que mejor gobierna solo. Cuando se espera el inicio de las negociaciones Sánchez dice que mejor esperamos a después de las autonómicas y locales.

Para mí que el Sánchez que nos espera ya no será el mismo que vimos en estos meses en Moncloa. Para mí que será más riguroso con el gasto, menos loco con las políticas sociales, más conservador. Los viernes sociales serán cosa de la campaña electoral. Hasta puede que el propio Sánchez rectifique lo que aprobó en estos días de rebajas. Sánchez será mucho menos socialista porque así vamos a la ruina.

Cuando en la noche electoral los militantes socialistas clamaban en la sede de Ferraz contra Ciudadanos, Sánchez no los secundó. Cuando Podemos está esperando el abrazo de Sánchez, este contesta que mejor gobierna solo

No quiero decir que Sánchez haya cambiado de ideología, sino que como siempre hará lo que le conviene, lo cual es su verdadera ideología. Ahora, en estos cuatro años, los socialistas tienen que gobernar, tienen que superar las pruebas que le impone la Unión Europea (que es lo único que salva a España del disparate económico) y tienen que hacer que el sistema de pensiones aguante.

Como en Sánchez lo único previsible es su imprevisibilidad, no iba a ser yo quien acertara en por dónde nos va a salir, pero esta es mi apuesta. Como es un superviviente, como ahora el objetivo es llegar a 2023, como los desafíos son otros, me temo que virará a la derecha. Seguramente Calvo nos explicará algo surrealista para que entendamos ese giro. O quizás nos recuerde que lo dijo el candidato Sánchez no tiene que ser lo mismo que lo que diga el presidente Sánchez.