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La utopía cristiana

Estamos en plena Semana Santa. Días de descanso, de vida en familia, de  vacaciones. Días, para quienes desean seguir a Jesús  (mucho más allá de las ceremonias cultuales tradicionales), muy propicios para reflexionar sobre qué lo que implica. Como llevamos ya tiempo con el empacho político, he pensado dedicar mi colaboración habitual a un tema que, a buen seguro, puede despertar suspicacias y rechazo, pero que, dada la actitud actual de quienes gestionan la religión católica, me parece ineludible por más tiempo.

Quiero iniciar esta breve reflexión con unas preguntas  comprometidas, que parece que nadie, en el interior de la religión católica, quiere hacerse.  Podrían ser similares a las siguientes: ¿Qué ha pasado o qué está pasando? ¿Cómo es posible que se haya llegado a la situación presente si el Espíritu Santo asiste a la Iglesia y el Papa es infalible en materias de fe y doctrina? ¿Cómo explicar que la Iglesia católica padezca ahora mismo una enfermedad terminal? ¿Acaso se han agotado ya sus fuentes de energía vital? ¿Se ha de aceptar que todo ha sido un inmenso fracaso?

A decir verdad, ya hace mucho tiempo que, a mi modo, respondí a estas preguntas y tomé decisiones muy trascendentales en mi vida. Me colgaron el nada evangélico sambenito de ‘traidor’ y me aplicaron la condena del olvido más absoluto. ¡Intransigencias clericales!  A lo largo del tiempo, he ido reafirmándome cada vez más en mi decisión inicial: la Iglesia (lo que dice y hace) no acaba de estar en sintonía con el Evangelio de Jesús. Los acontecimientos exhumados recientemente (abuso sexual del clero, homosexualidad del clero, utilización de las religiosas al servicio clerical, el estilo y modo de vida del estamento clerical, la forma de organizarse y estar presente en la sociedad, lo que  el pueblo estima percibir en los ambientes eclesiásticos) confirman un hecho (una actitud), tan viejo como el propio cristianismo, consistente en que la propia Iglesia ha marginado en parte el Evangelio y está en una cierta contradicción permanente. Es cierto que cabe realizar bastantes matizaciones (no todos ni en todo). Pero, como apreciación de conjunto, es una evidencia y una realidad.

Como subraya José María Castillo, en su último libro (El Evangelio marginado, ed. Desclée, Bilbao 2019), lo cierto es que muchas de las anteriores situaciones escandalosas no se pueden ya seguir tapando, como hasta no hace mucho. Y también se sabe de sobra  -aunque se disimule y no se quiera reconocer- que el alejamiento de la Iglesia y de la religión católica es una realidad desde hace ya mucho tiempo. Al menos en los países más desarrollados, la religión católica cada día se debilita más y cada día su posición es más marginal. No puede negarse la escasez de vocaciones, la falta de sacerdotes, el vacío de los templos y el abandono de los sacramentos, la muy escasa influencia del mensaje de Jesús en la vida individual y colectiva. Todo ello es una realidad palpable.

Lo que no se entiende es que sus líderes (los obispos y demás órganos de gobierno en la Iglesia) no parecen inmutarse ni se atreven a preguntarse qué está pasando o en qué están fallando. Todo es culpa del vecino, del mundo, del demonio. Lo hemos visto hace unos días. La culpa de los abusos sexuales del clero reside en el Mayo del 68 y en el propio Concilio Vaticano II. ¡Lo que faltaba! No sólo aparecen como enemigos de la libertad con mayúscula sino que, de paso, quieren tapar sus responsabilidades  y manifiestas contradicciones evangélicas. El problema no ha consistido tanto en que se haya puesto en evidencia de qué están hechos los hombres de Iglesia cuanto en  querer pasar por lo que no eran: hipocresía y contra testimonio evidente, marginación clara del Evangelio y del seguimiento de Jesús.

¿Qué hacer? Quizás aprovechar estos días, para llegar a la conclusión, con J.M. Castillo, “que el centro de nuestra fe y el camino de los cristianos, para buscar a Dios, es el Evangelio, el proyecto de vida que, con su forma de vivir, nos enseñó y nos marcó Jesús”. Lo cual, por supuesto, no es sinónimo de lo que dice y hace la Iglesia católica.

¡Abraza esta utopía! Trata de realizarla en tu vida.  Ánimo. ¡Felices fiestas!

Actualizado: 14 de marzo de 2022 , , , , ,

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