¿Quién impidió a González y Aznar, 22 años gobernando, haber convocado tantos referéndums como en Suiza, o la mitad, para aprobar o reformar las leyes más importantes? ¿Se habrían distanciado tanto los catalanes, por ejemplo? ¿Qué se piensan los líderes del largo bipartidismo, si no han sido capaces de reformar la Constitución para adaptarla a una sociedad que ha cambiado mucho más que otras europeas, pero que sí han reformado las suyas?
Aprender de Suiza hubiera sido una buena estrategia para fortalecer los vínculos que nacen de la responsabilidad colectiva. Pero tantos errores en el pasado y tantos insultos y amenazas ahora solo abren una posibilidad, si es que existe, de que un porcentaje de catalanes se lo piense: que Felipe VI abdique de la misma forma que lo hizo su bisabuelo. Es el precio de su discurso del 3 de octubre, que al rey no se lo pidió el gobierno según nos reveló un Rajoy ex. Si decide pagarlo, conseguirá para todos algo mucho más valioso que una simple corona, con la que tampoco ha hecho nada en cuatro décadas para arreglar este problema.