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El coro de los empresarios

Cada vez que al Govern Balear se le ocurre representar una de sus obras de teatro para consumo de los medios, detrás de sus portavoces aparece un coro de empresarios y sindicatos que, como bailarines en un concierto de música pop, acuden a seguir los acordes que les dictan, levantando la patita cuando se lo indica el maestro de ceremonias. Da igual de que gobierno hablamos, porque ellos, que viven del erario público, no discriminan: siempre están allí para dar un aire solemne a cualquier tontería que se le ocurra al político de turno.

Las últimas interpretaciones del coro oficial fueron en torno al Régimen Especial. Los
hicieron ir varias veces al Consolat de Mar, para fotografiarse en diversas posturas, porque
aquello era vital para todos. Tenían que convencernos de que era una reivindicación nacida
del pueblo. Si los sindicatos y las patronales lo dicen, es que necesitamos esas preciadas
ayudas del poder de Madrid. De lo contrario, nuestra economía sucumbiría. Dios no lo
permita.

Dicen que la mayor resistencia del ser humano siempre es ante la muerte. Por lo que el
silencio sugiere que no era verdad que nos fuéramos a morir sin Régimen Especial.

Ocurrió sin embargo que hubo un cambio de planes sobre la marcha: el coro tenía que
actuar contra la intransigencia de Rajoy pero, por un imprevisto, ha tenido que hacerlo
contra la misma intransigencia pero de Sánchez. Lo sentimos, no contábamos con esta
situación. De forma que ahora nos encontramos con que tras meses de comparecencias
con cara de preocupación, mirada indignada y aire de rebelión, nuestras fuerzas vivas se
tienen que conformar con un Régimen Especial cuyo único logro es el descuento del 75 por
ciento en los billetes de avión que, como todos sabíamos, ya estaba en vigor. O sea que no
hemos conseguido nada. Literalmente. Ni ayudas para el transporte, ni para las inversiones, ni para los presupuestos, ni para nada. Si la lucha era a vida o muerte, hemos muerto.
Aquello por lo que los guionistas habían reunido a la coreografía de empresarios y
sindicatos quedó en nada. Mil visitas al Consolat, mil fotos y ni siquiera nos han dado un
euro para el gasto de revelado de las fotos. Pero qué desvergüenza.

Dicen que la mayor resistencia del ser humano siempre es ante la muerte. Por lo que el
silencio sugiere que no era verdad que nos fuéramos a morir sin Régimen Especial.
Agonizantes, supongo, diríamos algo. Pero sólo hemos callado. Ni un empresario, ni una
patronal, ni un luchador obrero, ni un sindicato, ni un círculo de empresarios, ni una
plataforma en defensa de la insularidad, ni un editorial de periódico ha sido capaz de abrir la boca ante el Régimen Especial aprobado, que podría no haber sido aprobado y no se
habría notado. Habían estado yendo al Consolat de Mar para firmar manifiestos, pero no
iban en serio. Cuando nos lo deniegan todo, no se enteran. Son oídos sordos porque al
poder político ahora mismo no le interesa decir nada. ¿Cómo iban a decir algo en plena
campaña electoral, si tal vez puedan perder votos? ¿Estamos tontos o qué?

Esas son nuestras fuerzas sociales: en lugar de representar a sus afiliados, representan al
Govern. ¿Por qué no se disuelven? Si una patronal en la que están las empresas más
importantes de Baleares y de España, bancos, cadenas hoteleras, aseguradoras, no es
capaz de decir lo que piensa, salvo seguir lo que le dicta el poder político, ¿por qué no
cierra y sus integrantes se van a casa? Si todo el poder económico de la región no es capaz
de tener una voz y un criterio propio, impermeable a los políticos ¿para qué existe? Si las
cuatro subvenciones de las que viven estas organizaciones son suficiente motivo para que
callen lo que supuestamente piensan sus afiliados, más valdría que lo dejen correr y que se
inmolen.

Ya dio vergüenza que, estando en el Consell Econòmic i Social, no vieran llegar la crisis del
2009; que no tuvieran jamás nada que decir por la pérdida de Sa Nostra, construida con
gran esfuerzo y sacrificio por sus antepasados; que firmaran programas de formación
falsos, por cursos inexistentes; que viajen a misiones comerciales de las que sólo se
recuerdan las comilonas; que reivindiquen planes de reindustrialización propios de los
sesenta. ¿Es que su ignominia no tiene límites?

Francamente, ver a empresarios respetables mirando hacia otro lado cuando aquellas
medidas fiscales que pedían con supuesto entusiasmo se les deniegan en la cara, sugiere
que el movimiento social que representan ellos y los sindicatos es sólo una comparsa
indigna de ser tomada en serio. Que nos digan a cambio de qué importes hacen este
ridículo y entonces quizás les entendamos mejor, que eso de ser fenicios lo conocemos
bien.

Actualizado: 14 de marzo de 2022

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