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Europa se entromete en Baleares

No puede haber democracia si la política controla la sociedad. Lo dice Habermas y el sentido común. Una democracia exige de ciudadanos responsables que asuman su papel como tales. Quien dice ciudadanos, dice las organizaciones sociales que los representan. Algo de lo que en Baleares estamos carentes porque aquí no hay nadie que pague su cuota a los partidos políticos, no hay nadie que asuma su responsabilidad económica para poner en marcha una plataforma en defensa de intereses colectivos, y ni siquiera los agentes sociales son propiamente tales, o sea agentes de la sociedad.Las organizaciones que usted ve y de cuya actividad nos informan diariamente están todas subvencionadas por el poder político o, lo que es lo mismo, controladas por él. En lugar de vigilar al poder, se alinean con él para controlar cualquier voz díscola. Por eso, la patronal y los sindicatos acuden raudos a los llamados del poder para firmar lo que les pongan delante; por eso el circo genial que se ha montado estos días ante una hipotética rebelión del comercio, al que las patronales grandes han puesto sordina a toda velocidad. Para eso están, para garantizar que haya una campaña electoral con aplausos unánimes al gobierno de turno, da igual cual.

¡Malditos extranjeros, que no entienden cómo nos lo montamos!

Este escandaloso vasallaje está ahora tímidamente cuestionado porque Europa se ha interpuesto. ¡Malditos extranjeros, que no entienden cómo nos lo montamos! Durante años, los gobiernos autonómicos subvencionaban a las entidades sociales de forma mal disimulada a través de cursos o de eventos, habitualmente con dinero europeo. Ni los cursos ni los eventos se celebraban, pero el dinero sí fluía. Tan generalizada era la práctica, que los sindicatos y patronales dejaron de justificar adecuadamente ese dinero, porque al fin y al cabo todos, incluso los díscolos, estaban al tanto. Al Govern, por supuesto, siempre le dio igual. ¡Cómo no le iba a dar igual lo que había ideado y puesto en práctica! Entre bomberos no se iban a pisar la manguera. Pero en Europa nunca falta un nórdico puñetero que tiene decencia y que, al descubrir el pastel, comete la locura de exigir que se justifiquen estos gastos. Así que, pese a la respuesta unánime desde Baleares asegurando que todo estaba bien hecho, nos amenazaron con sanciones si no se aclaraban los gastos, lo cual condujo a que algunos funcionarios, certificadores de las operaciones, se pusieran nerviosos y exigieran claridad, lo que ha obligado a los políticos, aterrorizados, a buscar una solución que por un lado mantenga el chiringuito y por otro acalle a Bruselas.

Las subvenciones por varios millones se llevaron a los juzgados y ahora están cayendo las sentencias, fundamentalmente contrarias a las patronales y los sindicatos, corroborando la mangarrufa. O sea, tenemos un lío morrocotudo por culpa de estos jueces que quieren que se cumpla la Ley, y por Europa, que no quiere connivencias vergonzosas. ¡Con lo bien montado que lo teníamos!

Yo recuerdo perfectamente a un secretario general de UGT, rojazo hasta el DNI, dando su apoyo público al Partido Popular en una campaña electoral

En el fondo, el asunto económico no es tan grave, porque apenas han descubierta una parte insignificante del escándalo. ¡Qué son dos millones de euros para Baleares, donde el Govern gasta 15 millones de euros al día! Aquí lo que es insoportable es que estas instituciones, supuestamente representantes de los trabajadores y de los empresarios, en realidad están controladas por el Govern, sea del partido que sea. Yo recuerdo perfectamente a un secretario general de UGT, rojazo hasta el DNI, dando su apoyo público al Partido Popular en una campaña electoral, y todos hemos visto a Carmen Planas, cuyo socialismo es evidente en su cuenta corriente, apoyar al Govern de izquierdas en cuanta chorrada se le ocurra, sin matices. No se pierdan estos días cómo todos intentan aplacar a la patronal del comercio, que está pidiendo políticas de comercio. ¡Están locos! deben pensar en CAEB, que intenta como sea acallar a estos insensatos en plena campaña electoral.

En el improbable supuesto de que sindicatos y patronales, pese a estar regados con el dinero del Govern, se sintieran independientes para defender lo que piensan, hay que admitir que han perdido la credibilidad. ¿Cómo sabemos qué parte de sus posturas son propias y qué parte son resultado del temor a perder las subvenciones o a que les persigan judicialmente en serio?

Algún sindicalista o empresario individual bien podría avergonzarse de que su colectivo esté corrompido. Pero yo en su lugar me callaría porque en el fondo, lo que ocurre es el resultado de la inhibición generalizada de los ciudadanos a la hora de financiar aquello en lo que creen. Si las ideas y los compromisos no van acompañados de un esfuerzo económico para su defensa, es lógico que alguien se apropie de todo el movimiento social. Hoy, la patronal y los sindicatos no son las voces de sus afiliados sino de quienes les financian.
Un poco como buena parte de la prensa. Pero de eso hablaremos otro día.

 

Actualizado: 14 de marzo de 2022 , , ,

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