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La humillación

“Había perdido la magia”. Así comienza La humillación, la novela de Philip Roth en que su personaje principal es un actor que comienza a quedarse en blanco sobre el escenario y a protagonizar actuaciones lamentables. Simon Axler deja de reír, pierde por completo su sentido del humor y su capacidad para encandilar al público. La humillación es el relato depresivo de un hombre que divaga al sentirse abandonado por su talento. En mitad de esa desorientación protagoniza unas cuantas escenas de sexo mecánico, sin gracia ni pasión, con una lesbiana veinte años más joven él. Pedro Sánchez presentó su proyecto de Presupuestos Generales del Estado, y de súbito me vino a la cabeza esta obra menor del gran Roth.

Hace tiempo que acabó la pasión entre Francina Armengol y el bello Sánchez. Desde que éste se impuso en las primarias del PSOE y recuperó la secretaría general del partido, el roce político entre ellos se adivinaba un tanto forzado, como de obligado cumplimiento conyugal.

Las infidelidades se pueden perdonar, pero casi nunca se olvidan. Por si alguien tenía dudas, el Presidente del Gobierno ha demostrado que ni olvida ni perdona. El latigazo que soltaron desde Ferraz sobre la espalda de Susana Díaz en la misma noche de la debacle socialista en Andalucía debió restallar en los oídos de Armengol. Si no gobiernas, estás fuera.

A partir de esos antecedentes factuales (los cuernos de Armengol con Patxi López y el intento de purga inmediata contra Díaz) es muy difícil no hacer una lectura de intenciones sobre la decisión de Sánchez de recortar en un 11% las inversiones estatales en Baleares. Nuestra comunidad autónoma es la única de las gobernadas por el socialismo que sufre esa rebaja dentro de unos presupuestos mágicos. Entendamos bien la situación. En un momento de clara desacelaración económica el Gobierno de España no tiene pudor en presentar unas cuentas públicas que disparan el gasto y elevan la previsión de ingresos en más de 20.000 millones de euros. Repitan conmigo: 20.000 millones más de recaudación fiscal confiando sobre todo en el Impuesto de Sociedades. Nadie se ha creído esas cuentas, pero todos, de una u otra manera, las han interpretado en el contexto preelectoral en el que nos encontramos. Entonces, si el papel lo aguanta todo, si uno puede torturar los números para tratar de contentar a los socios parlamentarios y conseguir que una mayoría los apruebe… ¿por qué esa bofetada a nuestra comunidad? ¿con qué motivo ese agravio gratuito a su propio partido en Baleares?

Se entiende la reacción unánime y estupefacta de partidos políticos y agentes sociales. Aunque se modifiquen los presupuestos vía enmiendas, el daño ya está hecho porque la primera intención retrata al autor. Si las cuentas se aprobaran tal como están, a Baleares llegarían 20 millones menos en inversiones territorializadas que en el último ejercicio de Rajoy. Esto es el chocolate del loro para nuestro Govern, un 0’3% de su presupuesto. Pero es que a nivel estatal la cifra no alcanza ni para la golosina del pájaro, porque supone un 0’005% del gasto total. Situados ya en el realismo mágico y la falta de escrúpulos para aguantar una semana más en el poder ¿qué le costaba a Sánchez lanzar desde el Falcon una propina de 30 millones de euros, aunque fuera en forma de cheque sin fondos? Para cuando llegara el papelito planeando hasta el Consolat al menos ya se habrían disipado los nubarrones electorales de mayo.

Es curioso cómo funciona la política. Armengol se pasó dos años con el PP en el gobierno recitando el mantra del  “Madrid me mata”, y cuando se ha puesto a agonizar de verdad es con el compañero Sánchez instalado en la Moncloa. Con el independentismo catalán echado definitivamente al monte, las tesis apaciguadoras ya no las compran ni sus propios votantes, que ven como Torra, que ni siquiera es un tigre, se hace pis una y otra vez en la alfombra de las instituciones. Así que solo quedaba el paripé del REB y la financiación autonómica, y aquí Sánchez ha mostrado una crueldad con Armengol que roza lo psicopático en una persona como él, tan acostumbrada a mentir sin recato. Como Simon Axler, la presidenta ha perdido su magia, se ha quedado en blanco y ha dejado de reír. La humillación es la única novela de Philip Roth en la que un personaje termina suicidándose, algo habitual en los gobiernos de izquierda.

Actualizado: 14 de marzo de 2022 , , , ,

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