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Teatro de primera

La política siempre ha tenido un poco de teatro. En campaña electoral, más. Las ofensas se magnifican, los triunfos se exageran, la debilidad del rival se explota hasta arrinconarlo, agotarlo, machacarlo. Gracias al inefable Pedro Sánchez, estos son días de teatro a lo grande: la derecha y Més están haciéndose los indignados como nunca antes, clamando contra la ofensa que nos ha propinado Madrid; la izquierda socialista, incluido el pobre Jarabo que ya no tiene ni identidad propia, justifica como puede al jefe, mostrando su desfachatez ilimitada. Todo porque el Gobierno central ha presentado el proyecto de Presupuestos, que sabe Dios si se llegará a aprobar en el Parlamento, en el cual hay una reducción del doce por ciento en las inversiones para Baleares. Algo no sé si igual o peor que el año pasado, que ya nos ofendió, aunque actores diferentes.

En campaña electoral, las ofensas se magnifican, los triunfos se exageran, la debilidad del rival se explota hasta arrinconarlo, agotarlo, machacarlo.

¿De qué estamos hablando? ¿Qué importancia tiene este desaire? ¿Es realmente para ponerse como nos hemos puesto?
No, por supuesto. Estamos haciendo teatro, como toca por estas fechas cercanas a las elecciones.

No es un asunto trascendental porque estamos hablando de cantidades ridículas: Madrid gasta en Baleares anualmente no más de 200 millones de euros en inversiones, lo cual no incluye muchos otros conceptos clasificables como gasto de personal, corriente o transferencias de capital, que van en otras partidas. La reducción no llega a los 30 millones. Para usted y para mí todo esto es mucho dinero, pero no olvide que el Govern gasta anualmente más de 5.000 millones, sin que sea escrutado de la misma forma.

Para entender esto, aquí hay una cuestión de fondo muy relevante: Baleares es un territorio autónomo, con su financiación, sus impuestos y, sobre todo, sus competencias. Si fuéramos gente seria le habríamos dicho a Madrid que no se meta aquí, que somos los competentes y que ellos se limiten a hacer lo que es suyo. ¿Y en qué es competente Madrid? En bien pocas cosas que tengan inversión: costas, puertos y en edificios para sus servicios, sobre todo militares y de seguridad ciudadana. O sea, bien, bien poco. De hecho, si usted le preguntara a cualquiera de los políticos que se presenta sufriendo por lo que Madrid nos ha hecho en qué habría que hacer inversiones, no sabría responderle. Porque, a ver si nos entendemos, aquí no se trata de conseguir más dinero si no de demostrar que el PSOE nacional nos ningunea y ver si así se rasca algún voto.

Observen un detalle por ejemplo: aquí, supuestamente hemos perdido 30 millones, pero ¿por qué no dicen nada de los doscientos millones que ha habido que pagar en sentencias judiciales sólo porque nuestros políticos, irresponsablemente, han declarado no urbanizable áreas que ellos mismos antes habían declarado edificables? Estos 30 millones no llegarían ni a la mitad de lo que vamos a perder por la chapuza jurídica que perpetró la izquierda en la reordenación urbana de Gesa y de la que nadie dice una palabra. ¿Por qué no nos ha parecido de interés investigar qué ha sucedido con Sa Nostra? Les aseguro que perder un banco supone bastante más cientos de millones que esto. IB3 pierde bastante más que ese dinero anualmente, sin el consuelo siquiera de que la vea alguien, y nadie se rasga las vestiduras.

Ya lo ven: estamos en plena actuación teatral, donde hay que poner cara de indignación, enfado y ultraje ante algo que no tiene más importancia que la que le dan los medios de comunicación. Si todos actúan, si todos son impresentables, los papeles de la delegada del Gobierno y de la consejera de Hacienda son incomensurables: “creemos que este es el mejor presupuesto que podríamos tener” dijo la delegada, garantizándose un puesto de por vida con los socialistas, llueva o truene; quien puede negar la evidencia de esta forma es un soldado leal que los partidos no dejan nunca en la cuneta, aunque sean despreciables para los ciudadanos.

¿Nos damos cuenta de que es muy difícil tener un gobierno y una política seria si el teatro lo llevamos a niveles tan obscenos que engañamos sin fin, que simulamos lo que no pensamos, que nos ofendemos con lo irrelevante? ¿No vemos que esto es degradar el debate público, convertirlo en un circo? ¿Ninguno de nuestros políticos llega a entender que si la política se basa en las emociones no estaremos construyendo una democracia sana?
Esto es lo que estamos haciendo: llorando con los actores, comprándoles su representación, creando flujos emocionales imparables para ver si de esta manera podemos llevarnos unos votos miserables. Esa es la política que estamos haciendo: vacía, mediática, irresponsable.

Esto es Baleares hoy, un teatro de pueblo donde no se distingue la realidad de la ficción.

Actualizado: 14 de marzo de 2022 none

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