El caso es que quienes albergamos serias dudas de que España sea una democracia de esas en las que reina la separación de poderes y que también cuentan con una sociedad que defienda las libertades, hemos recibido dos nuevas pruebas que justifican nuestras peores sospechas.
Por una parte, tenemos el episodio de un ajedrecista que también es juez, de gesto siempre pensativo aunque ahora de pocos amigos que, sin percatarse de que en ese momento jugaba con la toga puesta, y con pleno conocimiento de varias de las piezas más relevantes de su lado del tablero, ha realizado un movimiento no establecido en las reglas del juego, con el que ha bloqueado dos peones de un adversario que le resultaba molesto por el simple hecho de que miraba lo que también él puede mirar, y de que hablaba sobre lo que él tiene que decidir.
Pero huyamos de las figuras, que poco pueden contra los peligros que cada día que despertamos sentimos más cercanos, y que quizás se encuentran a dos telediarios de incautarse de nuestros bolígrafos y nuestros teclados.
Aunque antes conviene parar un instante en la información que nos trae a colación don Jesús Cabaleiro Larrán desde Periodistas-es, y que podría decir mucho de la personalidad de nuestro juez por sus pautas con el ajedrez. En su artículo titulado “El juez mallorquín Miquel Florit jugador de ajedrez” nos dice: “En su base de datos de partidas figuran un 25% de victorias y un 75% de derrotas, no constando partidas terminadas en tablas”.
Las personas equilibradas pueden realizar actividades distintas, pero sus actitudes deben ser coherentes. Por eso, llamaría ahora mismo a Florit para preguntarle lo siguiente ¿de verdad que en ninguna de tantas partidas en las que veía venir la derrota le interesó jugar a conseguir una de esas tablas que tantas veces saben a victoria? ¿Solo le sirve a usted morir o matar? Esta puede ser una manera muy española de salir derrotado, pero ¿Qué tal si lo dejamos para el ajedrez?
Sigo leyendo lo que se escribe sobre Florit y, para parecer un tertuliano de los del montón, diré que “como no podía ser de otra manera” decido hacerme eco de un revelador párrafo que Matías Vallés incluye en lo suyo de ayer, 16 de noviembre, con un título tan explícito como el de “Echaron al juez, al fiscal, a los policías y ahora a la prensa”.
Se dirige el articulista más leído de Mallorca a los policías enviados por el juez, y dado que se trata del caso Cursach, les dice que, en lugar de ir a requisar en periódicos pueden investigar, en su propia comisaría, “al jefe de policía que le dijo textualmente a Tolo Sbert que él no podía cerrar todas las discotecas que le hicieran la competencia a Cursach, y que la próxima vez tendrían que hacer la inspección/redada primero en un local del grupo (Cursach, se entiende) y luego en el que le hiciera la competencia. Por supuesto, sin sancionar al primero y hundiendo al segundo, ‘y de hecho lo hicieron así’. Fin de la cita, folio 28.902 del sumario, en el que un testigo coloca a la Jefatura entera en la órbita del magnate”, termina Vallés, reincidiendo así en una de las filtraciones que, en beneficio de la verdad, tanto han enfadado al juez. Para quien no lo sepa, el tal Tolo Sbert es segundo de Cursach y también imputado en el asunto del que el juez es capaz de todo para que no haya filtraciones.
No le arrendaría yo las ganancias a quienes, dirigidos por Florit y pudiendo al menos intentarlo, no han hecho nada por impedir esta sorprendente acción de la justicia contra la libertad de prensa.
Pero ahora, regresemos al título. Retener durante días unos aparatos tan peligrosos como los que utilizan profesionales cuyo trabajo está especialmente protegido por la Constitución puede terminar convirtiendo este asunto en una gran bola de nieve. Y sigue nevando.
Con lo sensibles que son estos cacharros a las manipulaciones ajenas, me asedia una cascada de preguntas y respuestas.
P: ¿Qué harán con sus móviles y ordenadores los legítimos propietarios cuando el señor juez tenga que devolverlos?
R: Pues, lógicamente, encargarán, con acta notarial incluida, una auditoría tecnológica exhaustiva.
P: ¿Y si aparecieran alteraciones de cualquier clase?
R: Esta vez me respondo que no soy capaz de imaginar las consecuencias, pero sí me pregunto de nuevo:
P: ¿Es posible que ninguna de las cabezas de ninguna de las personas que, junto con el juez Florit, se han implicado en esta operación desde el principio, haya sido capaz de imaginar el endemoniado escenario que se iba a crear desde el minuto uno en el que llevaran a cabo su osadía? ¿Tan poderosa e impune se siente la justicia en este país como para negar la vigencia de unas leyes sociales no escritas, pero que operan con tanta fuerza como la Ley de la Gravedad?
Conclusión política. Si un Florit de Jueces por la Democracia y un fiscal anticorrupción con la trayectoria de Carrau son capaces de perpetrar este exceso, no resulta extraño que los de Vox tomen el relevo de delincuentes como los de Manos Limpias y el PP en lo de presentar cada día querellas contra sus adversarios políticos. De los primeros, porque la suciedad de sus procedimientos les tiene ahora probando su propia medicina. Y de los segundos, porque ya no están en el gobierno y tendrían que pagar los abogados con su dinero, negro y sagrado. Pero el peligro que la justicia significa en España para la democracia tiene muchas derivadas y requiere un tratamiento específico, que continuará…
Para ir terminando lo de hoy, y no sin antes afirmar que las filtraciones perseguidas no parecen haber perjudicado la labor de la justicia en la persecución del delito, le haré al juez una pregunta en la prosa más versada y pedante que se me ocurra, por si así comprende la urgencia que tiene de parar la bola.
¿Qué filtrador infiltrado busca usted en su juzgado, con tanto ahínco y desvarío, que su perseguido no ha sido, ni siquiera,capaz de advertir a sus amigos, los de la canallesca, que sus intimidades serían violadas con fuerza legal, y ellos mismos separados de sus útiles de trabajo?
Volviendo al segundo párrafo, la otra prueba de la debilidad de nuestra democracia queda constatada por el hecho de que la parte más ofendida por este abuso, es decir, toda la prensa española, salvo la que opera como brazo mediático de un autoritarismo que se reconstruye despertando al franquismo para usarlo como amenaza, no está realizando una protesta coordinada consistente, por ejemplo, en repetir cada día en las portadas la denuncia contra la actuación de Florit hasta que devuelva lo incautado y busque, si es que existe, la puerta de salida del laberinto en el que él mismo se ha metido.
No se puede esperar de miles de periodistas y de sus jefes que se declaren masivamente en huelga de hambre, como sí que están haciendo otros a quienes también les están violando sus derechos esenciales con una política judicial de autos consumados.
Pero si podrían los editores atreverse a realizar la manifestación más pacífica de todas, la que solo protagonizarían unas palabras escritas. Se trataría de una actitud firme e indiscutible a favor de la libertad de prensa que, destinada a defender el derecho de todos a una información libre, es lo único que les permitirá ganarse el pan de cada día con dignidad y decencia.