Cuatro meses y medio que han servido para mejorar (relativamente) la situación en Cataluña o acordar unos presupuestos (relativamente) mejores a cualquiera de los que se adoptaron en los siete años de marianismo. Del mismo modo que las políticas económicas del Gobierno parecen diferenciarse claramente de la era Rajoy, los tiempos en la política española siguen siendo los mismos desde hace años. El cortoplacismo de nuestros políticos no parece tener fin, vivimos en la política del clic. Una política que no aborda transformaciones que afecten de manera relevante a nuestra sociedad, sino que siempre está más pendiente de lo que dice la próxima encuesta. Asuntos tan relevantes como la precariedad de nuestro mercado laboral, la reforma del sistema educativo o la lucha contra la evasión fiscal son postergados año tras año, sin que haya ningún indicio de que alguna de estas reformas se materialice con presteza. De hecho, desde las elecciones generales de diciembre de 2015, nuestro país vive día tras día en plena campaña electoral. De algún modo u otro, en estos últimos tres años estamos siendo testigos de la incapacidad de nuestros políticos para adaptarse al multipartidismo. Un multipartidismo que ha llegado para quedarse, y que hace de los pactos una condición sumamente necesaria para el funcionamiento del país. Sin embargo, parece que alguno de nuestros políticos ven el pacto como una traición, y prefieren vencer que convencer. En estos tiempos en los que la emoción se impone a la razón en el terreno de la política, no es de extrañar que la parálisis que asola a la política española dure años.
Mientras tanto, los últimos datos del CIS muestran datos muy reveladores, y que van muy en consonancia con la dificultad para crear grandes acuerdos en la política española. Según el Centro de Investigaciones Sociológicas, casi el 80% de la población quiere que se reforme la Constitución, y una gran mayoría de ese 80% desea que se reforme “en profundidad”. Resulta curioso que datos tan significativos como estos sean ignorados por la clase política, y más cuando dicha información aparece en el CIS, que se ha convertido en la publicación favorita de los políticos españoles.
Ahora me pregunto, ¿a qué se debe realmente esta falta de acuerdo en la política española? ¿Cuándo declinará este ambiente de campaña política constante, y pasaremos a la política real? Reconozco que se hace difícil de creer que el paso de un sistema bipartidista de partidos a uno multipartidista, sea la única excusa que permita a los partidos políticos frustrar leyes que beneficien a la mayoría de la ciudadanía durante tantos años seguidos. Es más que eso. De hecho, me temo que en estos últimos tiempos se ha instalado un clima de desconfianza entre nuestros políticos hacia cualquier tipo de proyecto a largo plazo. El cortoplacismo se ha instalado en estos últimos años en la política española, donde lo único que se gestiona es el presente, algo tan efímero que resulta sumamente decadente y triste. La legislatura y media que cumplió Rajoy en la Moncloa, que se basó siempre en hacer lo mínimo para conseguir lo máximo, marcó el inicio de esta lamentable trayectoria en la forma de hacer política en nuestro país. Un modo de hacer política que se ha visto aún más desmejorado en estos últimos tres años, donde hemos sido testigos de las dificultades de nuestros políticos para adaptarse al sistema multipartidista que rige nuestro país desde las elecciones generales del 2015.
Mientras tanto, se van acumulando cada vez más tareas pendientes al nuevo Ejecutivo, tantas que se hace imposible predecir si alguna de ellas las podrá abordar el actual Gobierno de Pedro Sánchez. ¿Tendrá nuestro país algún día una política educativa que corte de raíz los desastrosos resultados que generamos año tras año? ¿Cuándo se abordará la renovación del sector energético? ¿Se suprimirán finalmente todos y cada uno de los aforamientos? ¿Tendrán la ciencia y la investigación en un futuro próximo el papel protagonista que se le supone? No me cabe ninguna duda de que esta clase de acuerdos solo se pueden afrontar entre todos los partidos políticos. Por eso se hace tan necesario que la famosa España de los bandos deje paso de una vez por todas al pacto y el consenso que inauguró nuestra democracia.
