Tan esencial convicción personal me parece que, en una sociedad abierta, debiera ser compartida por todos. No entiendo la convivencia si no está informada por la verdad. La mentira acaba siempre por descubrirse, defrauda a todo espíritu libre y agrava las situaciones que dice querer superar. No creo en la trampa del ‘postureo’ o del ‘marketing’.
Ahora recuerdo un principio agustiniano que no ha tenido en cuenta nuestro Presidente, Sr. Sánchez, a pesar de haber estudiado en los Agustinos de El Escorial (centro privado). Es conocida la máxima del santo de Hipona: “La voz de la verdad no calla”. Mira por donde se ha vuelto a verificar en el proceder académico del Presidente del Gobierno. La realidad le ha delatado. Lo que él mismo esgrimió en su día frente a otros, en base al plagio de un ministro alemán (dimisión), ahora le tiene aprisionado. Todo se ha vuelto en su contra y ahora es prisionero de sus propias palabras y sin verdadera capacidad de maniobra.
Podrá (lo sabe hacer muy bien) disimular, podrá desdecirse de ciertas posiciones mantenidas en sede parlamentaria (presuntas mentiras), podrá amenazar (‘os vais a enterar’) a la bancada de C’s, podrá –para que se hable de otra cosa que no sea su presunto plagio académico- proponer reformas constitucionales. Da igual. Ya se ha retratado. Ya no tiene vuelta de hoja. ¿Cómo confiar en las dotes de un personaje así que, cuando se cuestiona alguna actuación suya, responde de esta manera (con amenazas en sede parlamentaria)? ¡Vaya Presidente que tenemos que padecer los españoles!
Aunque les moleste a los socialistas que se subraye, el Sr Sánchez accedió a la Presidencia del Gobierno con la promesa de convocar elecciones de inmediato. Era lo inteligente y conveniente, dado el reparto de fuerzas en el Parlamento y ante el reto del golpismo. Pues bien, todo ha sido mentira: de lecciones, de momento nada de nada. Es más, el hombre del diálogo con los enemigos de España no quiere contar para nada con partidos como PP y C’s. Así se profundiza en el despropósito y la desunión. Se practica algo muy querido desde siempre por cierta izquierda: Separar, dividir, infernar el cuerpo social. ¡Qué pena!
Aunque les disguste a ciertos votantes cómplices, parece oportuno recordarles el juicio de una persona tan equilibrada e imparcial como Ignacio Camacho sobre los proyectos de gobierno que ha intentado impulsar: “A Sánchez se le atascan los suyos en una pavorosa impresión de desconocimiento, de impericia, de falta de rigor técnico.
Si se le presentase una crisis grave, de riesgo verdadero, muchos ciudadanos sentirían ganas de salir corriendo. Sólo ha mostrado eficacia para ocupar el poder como si en vez de un inquilino provisional fuese un heredero. Y aunque se negó, menos mal, a compartirlo con Podemos, en la práctica necesita coaligarse con Iglesias para sacar adelante el próximo presupuesto. Pero ni siquiera le basta con eso si no obtiene además el apoyo de unos nacionalistas que generan antipatía en el país entero”. ¡Juicio certero y atinado! Le falta, sin duda, legitimidad de ejercicio.
El problema de Sánchez es muy simple. Quien ha marcado tantas ejemplaridades a los demás ha de ser el primero en cumplirlas ahora. No valen, señor Sánchez y señores socialistas, distintas varas de medir. Según los criterios con que Él ha juzgado a otros, estamos, efectivamente, ante un Doctor ‘cum fraude’, en feliz expresión de Jiménez Losantos.
Que le vamos a hacer. La mentira siempre acaba por descubrirse. ‘Vox veritatis non tacet’. ¡Elecciones ya!
