La sociedad evoluciona y la tecnología es parte de nuestro día a día, y también del de nuestros hijos. En la actualidad, a los 12 años, tres de cada cuatro niños tienen un móvil, edad que coincide con el comienzo de la secundaria. Esto significa que la mayoría de los niños asiste al colegio con un móvil en el bolsillo o en la mochila, salvo que el colegio los prohíba expresamente (y aún así muchos lo llevan).
Sin embargo, hay colegios que permiten su uso dentro del colegio, e incluso en las propias aulas como una herramienta educativa. Les permiten utilizarlos puntualmente en clase para buscar información e investigar.
El principal argumento para prohibir el móvil en los colegios es la distracción que les genera estar mirando la pantalla en lugar de prestar atención a lo que sucede en clase.
Precisamente uno de los problemas en las aulas es conseguir que los niños presten atención, por lo que si además se permitiera el uso del móvil sin ningún tipo de control, sería el caos. Además de la poca interacción entre compañeros en el patio de recreo.
Y fuera de las aulas, una de las contras es que perjudique las relaciones personales con los compañeros por estar más pendientes de la comunicación digital que de la presencial. Por no hablar del peligro que puede tener el uso del móvil para los casos de ciberacoso.
El asunto toma tal relevancia en la educación, que hay investigadores que se han dedicado a analizar el uso de los móviles en los colegios, y su relación con los resultados académicos. Según un estudio de la London School of Economics realizado con 130 mil alumnos de 16 años, las escuelas que prohíben a los estudiantes llevar los teléfonos a clase han visto una clara mejora, de un 6,4%, en los resultados de las pruebas académicas.
Así se ha descubierto que el impacto de prohibir los teléfonos a los estudiantes equivale a una hora adicional de clases por semana, o a aumentar el año escolar en cinco días.