Eso fue así hasta finales de los años 60 y principios de los 70 del siglo pasado. Luego, todo cambió. Desde ese momento Son Banya se convirtió en el gran supermercado de la droga de Mallorca. En los momentos de más auge del poblado chabolista, La Soledad pareció recobrar la calma. Seguían allí los traficantes, pero su negocio estaba en otro sitio.
Y es que en La Soledad residían los miembros de los clanes que controlaban el tráfico de drogas, pero sus clientes ya no iban allí a suministrarse, sino que lo hacían en Son Banya.
Ahora, con el proceso de desmantelamiento del poblado y la constante presión policial, los traficantes han regresado a sus orígenes y, día sí y día también, en La Soledad se viven momentos de angustia por el ir y venir de coches con compradores de droga, con lo que eso supone de degradación de la vida cotidiana.
La última intervención policial contra el clan de El Pablo no ha hecho más que confirmar lo que ya es una tendencia clara y concreta: la venta de droga ha regresado a La Soledad. La estricta vigilancia sobre Son Banya desvía a la popular barriada palmesana los efectos de este nauseabundo comercio. y con ello se confirma lo ya avanzado desde múltiples foros cívicos: sacar la droga de Son Banya no significará acabar con ella. Significará que se venderá en otras barriadas de Palma. Y así está ocurriendo.
Son Banya quizás algún día dejará de ser el supermercado de la droga de Mallorca, pero La Soledad ha recuperado su triste protagonismo. Y si alguien lo duda, que se atreva a pasear por las calles de este herido barrio de Palma.