En otras palabras, es imposible obviar que algunas carencias de nuestra transición todavía siguen vigentes en nuestra inexperta democracia. De hecho, los agujeros negros de la Transición han tenido como uno de sus puntos más polémicos el mantenimiento, durante décadas, del Valle de los Caídos. Este monumento, que fue construido por presos políticos en los años 40 y 50 para homenajear a todos los franquistas que lucharon en la Guerra Civil, ha sido objeto de debate en los últimos meses tras la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa. El nuevo presidente del Gobierno parece totalmente comprometido a cumplir la ley de Memoria Histórica que impulsó su propio partido hace 11 años. Dicha ley establece el reconocimiento de todas las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura franquista, en un intento de reconciliar a todas las partes que se vieron afectadas por este período negro de nuestra historia. De hecho, el traslado de los restos de Franco del Valle de los Caídos eliminaría una anomalía totalmente antidemocrática que padece España desde la muerte de Franco, y es el mantenimiento de un lugar de culto a un dictador. Algo totalmente impensable en Alemania, Italia, Chile…Países que también han sufrido en sus carnes lo peor de una dictadura: violencia, hambre y miedo, mucho miedo.
Y es que al igual que nuestra transición tiene luces y sombras (ya que no existe la perfección, y menos en política), debemos de ser conscientes de todo lo que ha logrado nuestra joven democracia en tan solo unas décadas. Y es que los españoles tendemos a minusvalorar nuestros logros y a maximizar nuestras carencias. Nos olvidamos demasiado pronto de que nuestro país lleva 25 años consecutivos como líder mundial en transplantes. Asimismo, hemos sido uno de los países pioneros en legalizar el matrimonio homosexual y seguimos teniendo una de los mejores sistemas de sanidad pública del mundo, a pesar de todos los recortes que ha sufrido desde el comienzo de la crisis. Por eso creo necesario no magnificar en exceso el hecho de que hayamos tardado tanto tiempo en retirar a un dictador de su mausoleo. Tenemos que ser conscientes de la juventud de nuestra democracia, e intentar aprender de nuestros fallos para no volver a caer en ellos. Lo realmente importante es entender el valor simbólico que tiene este gesto para “romper de una vez con el pasado y mirar hacia adelante”, como decía Mateo en el día de mañana. Construir, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, un país cada vez más democrático.