Las revelaciones de Corinna sobre Juan Carlos I se publicaron el día 11 de junio. Por tanto, ha transcurrido tiempo suficiente para dejar constancia de las primeras reacciones de los políticos, de los medios de comunicación y del mundo financiero. Del conjunto de la sociedad nos falta información, pues no consta que Sánchez haya ordenado que el CIS vuelva a incluir en sus encuestas la pregunta sobre la valoración que la Monarquía le merece a la sociedad española, una información relevante que fue secuestrada hace años por el gobierno de Rajoy.
Por si sirve para algo, diré que desde mi microcosmos no puedo sentirme decepcionado, pues esa institución solo me sorprendió en positivo cuando me engañó, como a millones, la noche del 23F de 1981. Ahora, después de las últimas filtraciones, siento la monarquía, más que nunca, como un cuerpo extraño y despreciable, cual sanguijuela que no aporta nada a la sociedad que la sostiene, salvo el favor que presta a las élites dominantes gracias al miedo que transmite en el caso de que alguien se atreva a cuestionarla y que, evidentemente, lleva al subconsciente colectivo a los crímenes contra la humanidad que Franco fue capaz de ordenar. No solo lo sabe, y lo aprovecha, un tal Milans del Bosch desde una carta al director en ABC.
Durante los primeros días, el bloque político y mediático que defiende a cualquier precio esta Monarquía restaurada por Franco en 1947, y que ahora también sabemos que nos colaron con trampa en la Constitución del 78 gracias a recientes confidencias de Victoria Prego sobre Adolfo Suárez, reaccionó sin fisuras con un silencio atronador que ha dejado en evidencia su total falta de confianza en la estabilidad y solidez de las instituciones que gestionan a la hora de abordar las verdades ocultadas que solo la libertad permite desvelar, sean cuales sean las intenciones de los colaterales.
Comenzando por las reacciones del Gobierno, cuando a una pregunta ineludible quien tiene la obligación de responder no dice nada se debe, en la mayoría de los casos, a su inseguridad, pues no sabe si habrá nuevas informaciones que podrían convertir sus respuestas en mentiras. Algo parecido ha debido sentir la ministra Celaá, portavoz del gobierno, quien el viernes, y en rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, se vio obligada a responder y pretendió sentenciar cuando dijo que “Afortunadamente las grabaciones no afectan al actual jefe del Estado, son antiguas y, por tanto, ni las consideramos”.
Por lo que se refiere a Felipe VI, ahora mismo son las 9 horas de un nuevo 18 de julio y la ministra ya habrá leído la portada de “Público”, que se descuelga con la siguiente exclusiva: “Villarejo guarda una bala contra Felipe VI: las conversaciones de López Madrid con el rey”. Y para contradecir su “ni las consideramos”, 48 horas después, y siendo el domingo 15 por la tarde, los medios informaron de lo que se ha convertido en la tabla de salvación de Sánchez durante su intervención del martes en el Congreso, la comparecencia del director del CNI, Félix Sanz Roldán, en la oficialmente denominada “Comisión de Control de los Créditos Destinados a Gastos Reservados” del Congreso, que tal como está el nivel de la porquería parece un organismo mucho más sospechoso que si se llamara de “secretos oficiales”. Cuando todo se pudre los eufemismos muestran las intenciones de quienes las ocultan.
Sin salir del gobierno, la ministra de Defensa, Robles, parece que esperó a que “El País” se pronunciara para no desentonar. Si Irujo y Gil escribían el domingo día 15 por primera vez sobre el asunto titulando “Las grabaciones de Corinna, el pulso al Estado de un comisario en prisión”, la Ministra de Defensa se despachaba al día siguiente por la mañana con un “No se puede someter al Estado a un chantaje”, coincidencia casi textual que daría pena si no fuera vergüenza. No se me ha ocurrido mirarlo, pero si la RAE dijera que “pulso” puede servir también como “chantaje” nadie se consideraría sorprendido.
Ya que hemos entrado, seguiremos con el grupo PRISA y la primera editorial que el periódico citado ha dedicado a la crisis. Es de ayer, martes 17, y con el título “Todas las responsabilidades” se permiten dictar la siguiente sentencia contra el mensajero: “La intolerable pretensión del comisario Villarejo y los suyos solo puede prosperar si cualquiera de las instancias a las que buscan involucrar en el chantaje concede mayor relevancia a la información revelada que a la manera en la que fue obtenida, porque es en esa diferencia donde confían encontrar impunidad”. A mí, y creo que a millones de lectores de prensa también, nos gustará que “El País” se siga publicando aunque España sea una República. A pesar de tan traidores como han sido capaces de ser a la libertad de prensa con argumentos como ese.
Por último, cuando nos suceden cosas que desestabilizan porque las respuestas son tan nuestras como la incapacidad del gobierno ante la revelación de delitos en las más altas instancias del Estado, nunca deben dejar de mirarse los movimientos del dinero con mayúsculas, ese que tiene un miedo cerval a cualquier inseguridad. Y de nuevo, tal como ocurrió tras el discurso de Felipe VI el 3 de octubre por la noche contra la mitad de Catalunya, el IBEX35 ha vuelto a romperse. En aquella ocasión, al día siguiente perdió casi tres puntos mientras Europa se mantenía. Porcentaje que casi recuperó el día 5 tras la respuesta de Puigdemont del mismo día 4. Pues bien, durante la “semana de Corinna”, el mismo IBEX perdía un 1,72% mientras el DAX alemán y el CAC40 francés subían un 0,4 y un 1%, respectivamente.
Se ha iniciado una cuenta atrás de la que ni nos imaginamos la cantidad de números que tendremos que contar. Ojalá sean pocos. La manera más fácil de llegar a “…tres, dos, uno, ¡¡CERO!!” sería que, en lugar de seguir pudriéndose un país de 47 millones de habitantes, se rompiera la resistencia idiota de una sola persona que, aun teniendo la vida resuelta, está librando una batalla que tiene perdida contra la transparencia y la libertad de prensa. Se llama Felipe VI.
“Afortunadamente” para todos, señores del gobierno.