Pero para eso algún Goebbels de turno en “El Estado”, entendió que precisaban de una cierta pluralidad, un verdadero “La calle es mía”, precisaban darle color a su ataque con un cómplice necesario, un hombre de izquierdas bueno, que legitimara el sistema como representante en las movilizaciones del nacionalismo español y del statu quo del régimen postfranquista. Lo buscó en Josep Borrell en la primera manifestación y a continuación en Francisco Frutos.
Ese hombre bueno de izquierdas que ya no escucha a la mayoría social agredida, que hace tiempo que desconectó de la calle y del pueblo, que diluyó a “o” de obrero y la “ s” de socialista para quedar en un seco “partido español”...español y mucho español, por encima de las personas... español, que habla de respetar las leyes y el Estatut, el mismo Estatut que previamente fue pateado y cribado a conciencia con un golpe de estado institucional.
Lo buscó en el representante de una izquierda acomplejada, acrítica, desestructurada, que argumenta falsa equidistancia en un manifiesto síntoma de inferioridad, que se pone en la foto al lado del opresor porque si se situase en las posiciones ideológicas de base, las de la izquierda federalista que defendió siempre el derecho a decidir, se echaría a los brazos del independentismo y eso, ¡eso es peor que cualquier conjuro de mala bruja!... Curiosa paradoja que está llevando la esta izquierda a un pozo sin fondo.
De una izquierda que habla de respetar el Estatut de Catalunya, mas bien el Estatut que el Tribunal Constitucional consiguió imponer a Catalunya, o sea y precisando: el “Estatut del PP para Catalunya”, saltándose el pacto de Constitución Territorial entre El Parlament y las Cortes del 2006, el Título VIII de esa Constitución Española que tanto hay que obedecer, en contra del Parlament, y del pueblo en Referéndum, acto de humillación tal y como nunca había pasado en cualquier otro territorio del estado Español.
De una izquierda que se pone de perfil delante de los derechos y de la soberanía popular cuando el Parlament y el pueblo representado en el Parlament que dejan de ser, como dice el catedrático de Derecho Constitucional Javier Pérez Royo “él patrón de él oro de él estado constitucional”, cuando el mayor delito que se puede cometer en democracia es un ataque la ese Parlament y el pueblo por él representado, en este caso instruido por el Juez Pablo Llarena bajo la batuta de un gobierno postfranquista.
De una izquierda que pasa de puntillas por el 1-O, donde se violó lo articulo 2 del Tratado de Lisboa de la Unión Europea en un intento furibundo de regresión democrática a base de ilegales pelotas de goma y golpeando a palos y a conciencia a la ciudadanía.
De una izquierda que obvia las dos resoluciones del Comité de Derechos Humanos de las Naciones unidas, admitiendo a trámite el recurso de Jordi Sánchez, un representante elegido por la soberanía del pueblo, dictando medidas cautelares e instando a España a garantizar sus derechos políticos... esta izquierda cómplice que piensa que la democracia y los derechos humanos pueden esperar... la revolución quizás también puede esperar...
De una izquierda acomodada que compra el discurso de las dos mitades, sabiendo que esas dos mitades no están en igualdad de oportunidades democráticas, ni de libertades.
De una izquierda que habla entre dientes y por lo bajito para aparentar equidistancia del intento de ejercicio de regresión y recentralización de un estado que ya decidió que fue extremadamente generoso en el 78 y que ahora toca recortar.
De una izquierda carente de olfato político y cargada de miedos, claves electorales e intereses personales... Fueron Pablo Iglesias y Domènech, con su “ Ni DUI ni 155” los primeros en probar en sus carnes de CEC- Podem estas balas de la batalla de 21 de Diciembre en Cataluña con una pérdida de mas de 40.000 votos y 3 diputados, situación que además no pueden disculpar cómo territorial, pues todas las encuestas a nivel estatal apuntan también cara al mismo y estrepitoso precipicio.
De una izquierda que ahora, tras el susto inicial, quiere tapar su complicidad vendiendo que lo verdaderamente importante es la defensa de los mismos derechos sociales que no supo defender en Catalunya...
Hoy a esa izquierda, la de Josep Borrell y Pedro Sánchez, le toca mostrar donde está o deja de estar desde el gobierno de todas y todos... no albergamos sorpresas esperanzadoras.
Por suerte quedan otras izquierdas.