Tanto Cifuentes como la persona que escribe este artículo subestimamos en su momento la influencia de la guerra sucia en la política española. En el anterior artículo dejé bien clara mi postura, apostando por la resistencia de Cifuentes en la presidencia hasta las próximas elecciones, teniendo en cuenta el gran espíritu de supervivencia que caracteriza a tantos políticos del PP cuando surge un asunto de corrupción.
Sin embargo, los acontecimientos en este caso se han precipitado con una rapidez asombrosa. Al parecer, la inminencia de las elecciones municipales y autonómicas y el ascenso de Ciudadanos en las encuestas, ha aumentado la angustia y la paranoia en los populares. La falta de respuestas del Gobierno ante cualquier problema está acelerando el proceso de destrucción interno en el Partido Popular.
Mientras tanto, gracias a la crisis del “mastergate”, hemos podido asistir de nuevo a toda una serie de conductas mafiosas en el PP. Algunas de estas prácticas han sido directamente delictivas (como la filtración de un vídeo a un medio para derribar “definitivamente” a un rival político) y otras puramente simbólicas (como el generoso aplauso a Cifuentes en la convención del PP).
Asimismo, y tal como se vio en la convención, cualquier político del PP debería de estar en alerta cuando su presidente le muestre su apoyo más absoluto. Matas, Fabra, Camps, Ana Mato, José Ignacio Wert… a Cifuentes le sucedió lo mismo y ya ven como ha acabado.
En definitiva, hablamos de un conjunto de conductas que no son asumibles en un partido que se autodefine como democrático y del siglo XXI. Y es que resulta impensable que Cifuentes no haya dimitido por casos de corrupción tan graves como el propio máster o el caso Lezo (dónde Cifuentes ocultó los pagos del canal Isabel II), y sin embargo se vea obligada a dimitir por un robo menor de hace años, y que por tanto, ha prescrito. Porque no vale la pena engañarse. Cristina Cifuentes realmente quería proseguir como presidenta pese al escándalo del máster.
Las instrucciones de Rajoy fueron nítidas. Resistir o morir. Pero el influjo de las cloacas del Estado, convirtiendo a OKDIARIO en la antítesis del verdadero periodismo, ha vuelto a demostrar la verdadera cara del Partido Popular. Un partido que arriesga todo, solo con el propósito de conservar el poder.
De hecho, el exministro José Manuel García Margallo, que ya declaró en su momento su animadversión hacia Soraya Sáenz de Santamaría tras su salida del Gobierno, ha retado a la vicepresidenta para que se presente a la presidencia de la Comunidad de Madrid en las elecciones de 2019.
Por lo menos, Margallo podría haber esperado un tiempo y así disimular un poco su aversión hacia la vicepresidenta tras semejante escándalo. Pero el cinismo y el ansia de poder devora por dentro a los populares, asemejándose cada vez más a los protagonistas de House of Cards. Y así, mientras asistimos semanalmente a un nuevo escándalo de corrupción en el PP, una parte de la izquierda sigue desaparecida y la otra preparándose para la siguiente batalla interna.
